Gobierno y oposición en tiempo de virus

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

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07 abr 2020 . Actualizado a las 08:28 h.

Cuando una mariposa aletea desaforadamente en Wuhan, crea desconcierto en la otra parte del mundo. Los que tienen una vaga noción de la teoría del caos entran en pánico: se avecina un terremoto devastador. Los optimistas, por el contrario, rezuman tranquilidad: se trata de una tormenta pasajera y focalizada en China. Al percibir las primeras rachas de viento que anuncian una crisis, sea económica o sanitaria, los gobiernos -todos- se debaten entre ambas posiciones. ¿Qué hacer? Cualquier cosa que hagan tiene coste: la crisis siempre pasa factura a quien ocupa el poder. Si te quedas corto, te tildarán de negligente o de criminal. Si sobreactúas, aplastas la economía y habrá quien te acuse -como así fue- de reventar la presa para regar las lechugas. Te cayó la china, muchacho.

Después viene la gestión de la crisis. Los gobiernos -todos- y los sistemas de salud -todos- se han visto sorprendidos y desbordados por un enemigo desconocido, implacable y que se propaga como el rayo. Los científicos y los médicos buscan, por el método de prueba y error, el fármaco disponible más eficaz para combatirlo. Los gobiernos hacen lo mismo y con el mismo método: la prueba, el titubeo, el error y la rectificación. Aquellos se quejan, con razón, de la falta de material sanitario. Y estos luchan a codazos por conseguir mascarillas, respiradores o test en un mercado global que, por la repentina explosión de la demanda, se ha vuelto imposible.

Lo que no comprendo, ni yo ni el Financial Times, es la posición belicosa de la derecha política y mediática en esta crisis. Me pregunta un amigo: ¿Tú crees que la crisis se llevará por delante el Gobierno de coalición? Y respondo: ¿Y tú crees sinceramente que, descontados los yonquis de las siglas, esa es la cuestión que ocupa y preocupa a los españoles en este momento? La brutal pandemia sanitaria y económica quema al Gobierno mejor pintado, pero utilizarla para atizar el fuego me parece indigno. Hasta es posible, y así lo deseo, porque significaría que la superamos, que el tiro les salga por la culata a los del bidón de gasolina. No les será fácil mantener todo el tiempo la tesis de la maldad e incompetencia intrínsecas del Gobierno social-comunista, al que condenaron ayer por pactar la ruptura de España y hoy por esparcir el virus por las calles. Quizá los ciudadanos se cansen de tragar tantas ruedas de molino.

La oposición está dando palos de ciego como el Gobierno. No ofrece propuestas, ni concede tregua, ni mantiene la coherencia con sus principios. Los liberales consecuentes -pongamos que hablo de Trump o de Boris Johnson-, defensores del Estado mínimo y del mercado máximo, fans del recorte sanitario y de la cuenta equilibrada, se resisten a paralizar la economía hasta que los muertos se acumulan en la puerta. Los nuestros, ni eso. Un día exigen parar máquinas y, horas después, se oponen al decreto que lo impone. El Gobierno corre detrás del virus y ellos a remolque del Gobierno. Su filosofía consiste en esperar a ver qué hace Sánchez para defender lo contrario.