Portugal, menos mal

Pedro Armas
Pedro Armas FIRMA INVITADA

OPINIÓN

MARIO CRUZ

05 abr 2020 . Actualizado a las 10:50 h.

A mediados de los ochenta, Siniestro Total, grupo punk de Vigo, popularizó aquello de “Menos mal que nos queda Portugal”. En su día el eslogan tenía connotación peyorativa, pues en cualquier ranking europeo España era la penúltima y se consolaba con que Portugal fuese el último. Las tornas han ido cambiando, hasta el punto de que en ciertos aspectos el país vecino va por delante. Los complejos nunca fueron buenos, incluido el de superioridad. España y Portugal no son comparables por su dimensión, pero sí por su situación. España, grosso modo, quintuplica a Portugal en territorio, población y economía. En el plano geopolítico, España está en la periferia europea y Portugal en la periferia de la periferia.

Esa localización periférica ha permitido a Portugal ganar tiempo ante la pandemia, pues le han llegado más tarde los casos importados. Por el momento la comparación de estadísticas fatídicas es muy negativa para España, a pesar de disponer de un sistema sanitario mejor. El calendario de las medidas tomadas coincide, pero el calendario de expansión del virus no. El mismo día que se anunció el estado de alarma en España se declaró el estado de alerta en Portugal. En España había 6.000 contagiados, en Portugal 100. Un par de semanas después, en Portugal había 100 muertos, en España más de 6.000. Coincide el calendario de medidas, no el rigor de las mismas ni la disciplina popular. Cuando en Portugal se declaró el estado de emergencia, con solo un par de muertos, la población ya estaba concienciada. No se han impedido tantas actividades productivas, se adoptaron medidas más progresivas y menos drásticas; por ejemplo, cerradas cafeterías y discotecas, los restaurantes primero redujeron aforo, luego cerraron algunos y continuaron abiertos los de los pueblos. No se han aplicado confinamientos obligatorios más que a los contagiados; los demás han podido salir a la calle tanto para aprovisionamiento básico como para acompañar a mayores, llevar a niños al parque, pasear al perro o practicar deporte. No se han impuesto sanciones por saltarse el confinamiento, ni se ha echado mano del ejército. Sin embargo, los portugueses han cumplido la recomendación de recogimiento domiciliario, conscientes de que solo así se puede frenar la curva exponencial del virus.

Mirando adentro, el Gobierno ha otorgado a los inmigrantes que se hallan en proceso de regularización permiso de residencia, trabajo y acceso al sistema sanitario. Mirando afuera, su primer ministro, António Costa, socialista que gobierna apoyado por comunistas y ecologistas, fue el primero que cuadró al ministro de finanzas holandés por sus observaciones sobre falta de margen fiscal en los países del sur para afrontar la pandemia, reflejo de esa tensión, soterrada y permanente, entre el centro y la periferia de una Unión Europea que no hace honor a su nombre. Portugal, menos mal.