El coronavirus según mi hija de cuatro años

OPINIÓN

02 abr 2020 . Actualizado a las 15:35 h.

Ya no me despierta la alarma del móvil. Desde hace unas semanas, mi despertador tiene cuatro años, entra sigilosamente en la habitación, me acaricia la cara y me informa de que su hermana ha puesto unos dibujos que no le gustan. Transmitido el mensaje, y una vez 100% segura de que he abierto los dos ojos, abandona la habitación y se va a jugar con sus juguetes. Ya es parte de la rutina. Parece que han pasado años desde la alarma, la ducha apurada, preparar desayunos y meriendas del cole y poner en el móvil la canción del youtubero infantil de moda (sí, De ellos aprendí) para conseguir que saliesen de cama con una sonrisa. Mis hijas se han adaptado en un tiempo récord al nuevo escenario: deberes en casa, videollamadas con familia y amigos, puzles, juegos y más juegos, manualidades y gimnasia en el salón de casa (las volteretas laterales y el pino están siempre en el orden del día).

De la mayor, de siete años, me lo esperaba. Es consciente de lo que está pasando, entiende por qué tenemos que quedarnos en casa y me ha planteado algunas preguntas sobre el coronavirus que pondrían en aprietos al mismísimo Fernando Simón. Pero ¿cómo asimila todo esto la mente de una niña de cuatro años? Es algo que me llevaba varios días rondando la cabeza. Aprovechando que estábamos sentados haciendo fichas, le pedí a mi hija que me explicase qué es el coronavirus y que lo dibujase. Ella contestó rápido: «el coronavirus está en el aire, en la calle y si lo cogemos nos ponemos enfermos». Dejando al margen que precisamente hace unos días la OMS desmintió el tema de que se transmite por el aire, me pareció una respuesta tremendamente acertada. Entonces empezó a dibujar. Tuvo muy claro que necesitaba el color verde y el amarillo. «Es muy pequeñito, como una hormiguita», me explicaba mientras dibujaba tres circulitos en la parte de abajo del folio. Después le puso encima unas alas verdes y grandes, de manera que el virus, al menos en su cabeza, es un especie de mosca pero con alas que parecen más las de una libélula. «Si te pica, te pones enfermo», me comentó mientras acababa de colorear. Ojalá pudiésemos armar a la UME con matamoscas e insecticida para acabar con todo esto de una vez, pensaba yo mientras ella seguía gastando pintura verde e intentando no salirse de la raya.

Traté de explicarle que era mucho más minúsculo y cómo se transmitía, pero a ella le seguía convenciendo más su versión. No me rendí y traté de aclararle que, aunque no nos picase ningún insecto, podíamos traerlo a casa sin darnos cuenta y por eso había que lavarse bien las manos y toser en el codo. Eso ya lo sabía. Se lo habían enseñando en el colegio «antes de que hubiera coronavirus». En la otra era. Antes de todo esto. Porque ella, a sus cuatro años, ya se ha dado cuenta de que este virus ha venido a cambiarlo todo.