La felicidad era cambiar la hora

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

RAQUEL MANZANARES | Efe

29 mar 2020 . Actualizado a las 09:52 h.

Volveremos a ser relámpago de fulgor, festival de latidos. Toca parar. Ser responsable. No jugar con la salud de los demás. Quererlos más que nunca, pero de lejos. El mismo incendio, pero a la distancia de seguridad. Hemos perdido mucho. Vendrán días difíciles, noches ásperas. Pero la frase de ese niño que corre por las redes lo clava. Tenemos que quedarnos en casa porque, si el coronavirus no ve a nadie, se va. La inocencia que todo lo puede, que es un recital. Toca la sensatez. Curar de paso esa prisa que nos consumía y sobre la que ahora podemos pensar si nos llevaba hacia algún lado. Reflexionar. Mirar hacia adentro y encontrar muchos fósiles, pero también un museo de pasados encantados. No toca el frío. Toca el calor de la paciencia. La paciencia es una llama que no quema, como el cariño. Hay que aprender a hipnotizarse con esa hoguera serena. Toca aplaudir a los que lo están dando todo para salvar a los que luchan por sus vidas. Toca darnos mucha cuenta de que la felicidad era aquello, era la normalidad de cambiar la hora, y no lo sabíamos. Un paseo. El viento en la cara. El primer sorbo de una caña con unos amigos. Bañar a tu bebé. Admirar un cuadro y también ver un partido de fútbol. Todo volverá y habremos aprendido a saborearlo mucho mejor. Nada como perder algo que se quiere para darnos cuenta de lo que valía. Regresará la normalidad, le ganaremos al virus, pero esta vez sabremos pesar lo que tenemos. Volverá la temperatura bonita, no la de la fiebre, la de los besos. Llevamos años hablando de que somos las generaciones mejor preparadas. Una tras otra. La siguiente, mejor que la anterior. Nuestros padres se encargaron de dárnoslo todo. Y nosotros a nuestros hijos. Toca estar a la altura y confinarse con responsabilidad. Toca cuidar de los demás cuidando de uno, algo que por otra parte siempre debe ser así. El planeta se ha parado. No hay que correr hacia ninguna parte. No es tan duro. Aunque parece una serie apocalíptica. Me aburro. Solo se aburren los burros, me decían de niño. Piensa en tus carencias y en las de la guerra en Siria. Es mejor que te encuentres contigo mismo, por mucho miedo que te dé, que saturar los hospitales. Tenemos que creer a los expertos. Por Oriente parece que empieza de nuevo a salir el sol. Tiene su lógica que salga por allá. Volverán esos ojos que arden de deseo por una mirada bonita. O tal vez ya los tengamos al lado. Nos encontraremos de nuevo en la sonrisa de la Gioconda. Regresarán, de otra manera, los atardeceres y el terciopelo de los melocotones. Las playas y las terrazas.