Silban las balas y siguen con la retórica

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Mariscal | Efe

27 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Si alguna utilidad tuvo el maratoniano debate en el Congreso para prorrogar el estado de alarma fue aclarar a los ciudadanos con qué fuerzas políticas cuentan para luchar unidos contra una pandemia como la del coronavirus, que matará a miles de españoles. El resultado de la votación fue claro: 321 votos a favor de una medida indispensable, según los científicos, para evitar la propagación masiva del virus y el colapso del sistema sanitario. Esos 321 diputados constituyen nuestro particular ejército democrático. En el otro lado, 28 parlamentarios que no apoyaron esa medida absolutamente necesaria para proteger a los ciudadanos y que se podrían considerar por tanto -para continuar con el exceso de símiles bélicos utilizados durante esta crisis- como desertores, si es que alguna vez estuvieron enrolados en las filas del bien común de todos los españoles.

Ninguna sorpresa en el hecho de que esas 28 abstenciones sean de ERC, JxCat, EH Bildu, la CUP y el BNG. Todos los demás, incluso los que plantearon serias objeciones e hicieron duras críticas al Gobierno, apoyaron la prórroga del estado de alarma. Independentistas y soberanistas, sin embargo, sabiendo que la prórroga es necesaria y se aprobaría, prefirieron dejar claro que a ellos les importa «un comino» -como dijo la diputada de ERC Dolors Bassa sobre la gobernabilidad de España- la unidad política frente al COVID-19. Particularmente execrable fue escuchar a Mertxe Aizpurua, diputada de EH Bildu, heredera del brazo político de ETA, cargando contra los militares que trabajan para luchar contra el virus en toda España, incluido el País Vasco, y a la diputada Mieria Vehí, de la CUP, partido que jaleó los actos de violencia desatados en Cataluña, acusando al Ejecutivo de utilizar «el terror como forma de gobierno». Pero insisto en que saber en qué bando está cada uno es lo único que cabe extraer de ese pleno, porque resultó deprimente comprobar que, mientras las balas del virus silban a un ritmo frenético que mata a un español cada dos minutos, sus señorías siguen enarbolando discursos de tintes épicos o catastróficos, según el caso, que nada aportan a la actual situación de emergencia nacional.

El debate de la prórroga del estado de alarma debería haber durado quince minutos. Propuesta, votación y cada uno de los 45 diputados que asistieron al pleno a su casa a trabajar para hacer frente a la pandemia. ¿A quién le hablaban durante once horas esos vanidosos parlamentarios en un hemiciclo prácticamente vacío? No a los ciudadanos, desde luego. ¿De verdad creen que los españoles están ahora para aguantar peroratas, pedantes referencias literarias o citas mal traídas? ¿Qué sentido tiene forzar al jefe del Gobierno a estar retenido durante horas en el Congreso en lugar de estar al frente de las operaciones contra la pandemia?

La unidad política en las medidas ineludibles contra el virus no es incompatible con la crítica y el control al Gobierno. Pero sobran los discursos huecos en este momento. Y, sobre todo, sobran los que aprovechan la pandemia para seguir con el matarile de su insolidaria matraca separatista.