La gripe de doña Emilia

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

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11 mar 2020 . Actualizado a las 11:45 h.

Nos recuerda estos días Xulia Santiso, la conservadora de su Casa-Museo, lo que escribía Emilia Pardo Bazán en el año 1909 sobre la epidemia de gripe que asolaba España, y también que a la propia escritora se la llevó la enfermedad unos cuantos años más tarde.

 Y yo ahora releo los papeles de Benigno Rebellón, mi tatarabuelo, cuya casa frecuentaba la joven Emilia, vecina y amiga de su hija Felipa. Benigno dejó unas cartas de los años 1854 y 1855 en que el cólera asolaba la Península. Son escritos tremendos, llenos de fatalismo y de fe, en los que el autor va narrando el avance de la epidemia y también de la muerte. Cartas que recuerdan El velo pintado de Somerset Maugham o El rosario de crímenes de 2666 de Bolaño; La peste de Camus, claro.

Pero que en este caso, los papeles de Benigno Rebellón son la crónica fiel que un narrador amabilísimo, paciente y resignado dirige a su padre.

A Xulia Santiso, cada vez que nos habla de doña Emilia, le brillan los ojos como chispas, como quien quiere mostrar una maravilla oculta que a nadie interesa porque nadie tiene tiempo ya para la inteligencia. Porque la Emilia Pardo Bazán de su tiempo era mucho más culta y más inteligente que todos sus contemporáneos y me temo que de todos los míos -que son mis iguales-.

La enfermedad detiene la rutina y paraliza la vida. Las epidemias paralizan a los pueblos, trastocan los intereses y los valores. Se trata de sobrevivir. Por eso cuando nos tienen apabullados con esta cursilada del coronavirus, conviene volver la vista atrás y aprender lo que es una verdadera tragedia.