Tres historias de ovocitos y espermatozoides

Roque Devesa TRIBUNA

OPINIÓN

María Pedreda

29 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Me animo a escribir estas líneas, en las que trasladaré opiniones totalmente personales, tras la columna publicada en este medio por Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética, titulada «Las diferentes e importantes razones de una decisión esperada»; no por mi desacuerdo con las conclusiones emitidas por dicho comité, sino por la forma de presentarlas en este artículo. Otros ya han dejado clara la posición en este mismo periódico con argumentaciones bien razonadas desde la práctica clínica.

Ya desde el título se expone una decisión que no era ni esperada ni tan siquiera demandada por la sociedad, y mucho menos por los padres o los niños nacidos por estas técnicas de reproducción, para quienes semejante propuesta puede provocar un grave problema familiar. Tampoco es admisible denominarla «industria de la reproducción asistida»; o cuando el autor señala: «Poder conocer a quien, no siendo obviamente el padre, es el progenitor». Ni de lejos, con el máximo respeto, puedo estar de acuerdo con dichas afirmaciones.

Si se intenta deslizar que se está hablando de una industria reproductiva es no conocer a fondo en qué consiste dicha especialidad a la que nos dedicamos miles de profesionales en España en múltiples unidades asistenciales, tanto públicas como privadas.

¿Se puede decir que un padre o una madre lo son solo por aportar un gameto? ¿No lo es por ser quien lo educa, quien le desea lo mejor, quien le enseña valores, quien lo cuida, quien le da amor y cariño? ¿No son verdaderos padres quienes, no pudiendo de forma natural, acceden a otro gameto para conseguir lo que más anhelan? Estos son los verdaderos padres.

En el mismo artículo se habla de los nuevos modelos de familia; es muy fácil darse cuenta que muchos de ellos lo son gracias a que existen donantes de óvulos y de esperma. Es verdad que el informe no propone prohibirlos, pero el levantamiento del anonimato lo hará de facto. Es totalmente sesgado pensar que en otros países se ha solucionado: es falso. En todos en los que la donación de gametos ha pasado a no ser anónima las donaciones han declinado en picado, haciendo que sean receptores de gametos de otros países (bien importándolos, bien los receptores viajando a terceros países para realizar la técnica de reproducción). Si no disponen de apoyo económico para buscarse las opciones que existen en este mundo global, solo les queda una: la resignación. ¿Es esto lo que se quiere?

Otro tema es que se establezca un método mixto: es potestad de los donantes y de los receptores el elegir que sea anónimo o no. Podría ser una solución.

Las razones esgrimidas giran sobre que el «derecho superior del menor primará sobre cualquier otro interés legítimo que pudiera concurrir». Nadie puede estar en desacuerdo sobre esto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que ese derecho no lo puede ejercer hasta que es mayor de edad y que, en ese momento, los derechos de las otras dos partes sí pueden verse menoscabados.

Imaginad la siguiente escena: alguien se acerca a vuestra casa y se presenta: «Hola, soy Fulanito; sé que es usted mi progenitor biológico. Y estoy aquí porque me gustaría conocerle. Saber su historia. Saber cómo es su familia:

-¿A qué se dedica? Quizá tenga algo que decirme, ¿no? ¿Le importa que conozca su entorno? ¿Es mejor que el mío?».

¿Cómo reaccionarías? En ese momento recuerdas que hace 20 años ayudaste a una pareja a tener un hijo, donando tus espermatozoides o tus óvulos.

Le preguntas: «¿Cómo me has localizado?». «Mis padres (ya no sé si puedo llamarles así) no me lo han dicho. De hecho yo no sabía nada. Recibí una carta del ministerio y aquí estoy».

(Silencio). Hasta ahora vivían tranquilos. Los dos. Ahora pueden tener un problema. Los dos.

Otra escena:

-Mire, doctor, ¿se puede saber por qué tengo que decirle a mi hijo que mi marido tenía un problema en los espermatozoides, y que hemos tenido que recurrir a semen de donante para conseguir lo que más deseaba?

-Pues así es. Si no quiere decírselo usted, lo hará el Estado cuando el niño cumpla los 18 años.

-¿Y si me niego?

-No podrá; el Estado le impondrá que lo sepa.

Otra escena:

-Doctor (o quien corresponda del Registro Civil), ni se le ocurra escribir en la historia clínica (o en el parte de nacimiento) que es de donación de ovocitos.

-No puedo; estoy obligado a decirle al Estado que ha nacido esta niña, con nombre y apellidos, procedente de unos óvulos de la donante 2.465, que tiene identificada, para poder avisarla en el futuro de que el óvulo de quien procede no es de la madre que la parió, sino de tal mujer, para que si quiere pueda conocerla.

Gracias por permitirme la licencia de estas escenas, que pueden parecer surrealistas, pero son las que podrán ocurrir dentro de unos años si sale adelante la recomendación del Comité de Bioética. A las personas que han tenido que recurrir a una donación de gametos no les ha resultado fácil tomar esa decisión, porque seguramente era la única que podían tomar para poder tener un hijo. La ley española ya permite levantar el anonimato en casos concretos. Creo que se crea un problema donde no hay ninguno a solucionar.