Ultraderecha en acción

Yashmina Shawki
yashmina shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

RALPH ORLOWSKI

24 feb 2020 . Actualizado a las 08:28 h.

Hay personas desequilibradas en todas partes. También hay personas que, buscándose a sí mismas, se pierden en una creencia o ideología exclusiva y excluyente. Resulta muy reconfortante poder culpar a otros de la mala suerte o las malas decisiones que uno ha tomado. Si yo no encuentro trabajo es porque otro me lo ha quitado sin merecerlo, normalmente cobrando un sueldo inferior y dedicándole más horas. Es irrelevante que el otro tenga más formación o más experiencia. Si no puedo acceder a los estudios que yo quiero es porque otro, generalmente no nativo, ha obtenido la plaza que debería haberme correspondido a mí: los méritos o la mejor nota que haya obtenido esa otra persona son irrelevantes para mi decepción. 

La frustración, el sentimiento de haber sido injustamente tratado, la percepción de estar rodeado masivamente de personas de otras culturas, que hablan de forma diferente, que creen en un dios diferente, que se agrupan para sentirse amparados en un entorno hostil, son los ingredientes de los que se nutre el veneno del racismo. Un veneno del que ha hablado Angela Merkel para condenar el atentado xenófobo que tuvo lugar hace unos días en la ciudad alemana de Hanau, cuando un presunto ultraderechista mató a tiros a nueve personas, además de acabar con la vida de su madre de 72 años y la suya propia.

En Alemania, la preocupación es muy evidente, no solo por las muestras de la población en contra el racismo y la xenofobia, sino que también se trasluce de los discursos políticos.

La crisis de Turingia, donde la extrema derecha estuvo a punto de acceder al Gobierno regional gracias a su apoyo al candidato liberal, evidencia un auge de esta ideología extrema y populista.

Un auge que se nutre del descontento por el desigual reparto de la riqueza y el progreso entre la Alemania del este y la del oeste y la masiva concentración de extranjeros, fundamentalmente turcos, y que nos recuerda demasiado a la crisis económica de los años veinte del siglo pasado que alimentó el horror nazi posterior.