15.000 niños cada año, ni uno menos

Sabela García Oro DOCTORA EN BIOLOGÍA REPRODUCTIVA Y EMBRIÓLOGA CLÍNICA

OPINIÓN

23 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El reciente debate sobre levantar el anonimato de los donantes ha puesto en jaque un modelo reproductivo que lleva años dando excelentes resultados. De ser aprobada, la consecuencia directa de esta medida sería, sin duda, el descenso de las donaciones. En el 2017 nacieron en nuestro país 14.554 niños a partir de gametos/embriones de donante, lo que supone un 3,7 % del total de bebés venidos al mundo. Teniendo en cuenta estos datos, la pérdida de anonimato de los donantes pondría en serio riesgo el nacimiento de unos 15.000 niños al año. En un país con la tasa de natalidad en permanente descenso, es una cifra nada desdeñable. Estos datos, de vital importancia a nivel demográfico, no han sido tenidos en cuenta por el Comité de Bioética de España, que se ha centrado única y exclusivamente en proteger los derechos del menor, sin tener en cuenta que hay otras dos partes implicadas en el proceso: los donantes y los receptores, que serán, al fin y al cabo, los futuros padres. Sin acabar de comprender qué ventajas supone para un niño conocer su origen biológico (más que en los supuestos de relevancia clínica, ya contemplados por la ley actual), me asaltan las dudas sobre los progenitores. Muchos pacientes no desean desvelar que han recurrido a las técnicas de reproducción para tener un hijo y mucho menos que han necesitado un gameto donado, ¿quién va a proteger su intimidad? Resulta paradójico que se pretenda defender un supuesto derecho que nadie ha reclamado y que esto vaya a generar un problema donde ni siquiera había debate. De forma indirecta, esta medida supondría un replanteamiento en la estrategia reproductiva de las mujeres, ya que, por supuesto, no van a cesar en su empeño de ser madres. Los tratamientos se encarecerían, las listas de espera serían eternas y la calidad de las donaciones disminuiría. 

Ante tal situación, algunas parejas optarán por intentar agotar todas las posibilidades con sus propios gametos, a sabiendas de que no van a conseguir el resultado esperado y aumentando el desgaste emocional. Habrá mujeres que puedan desplazarse a otros países para agilizar el proceso (que no mejorar, ya que recordemos que España es puntera en medicina reproductiva) y surgirán las ya conocidas diferencias de clase. Y habrá quien no pueda hacer nada más que esperar, puesto que no tiene gametos o no puede utilizarlos (por diversos motivos). Esta situación no hace más que poner un nuevo escollo en el difícil camino que deben recorrer algunas parejas para poder ver cumplido su deseo gestacional. Y mientras esperamos al desenlace, celebramos la reciente aprobación del primer proyecto de edición genética con embriones humanos en nuestro país, con la esperanza puesta en que, tras este gran paso hacia delante, no nos hagan dar un salto hacia atrás.