Esta convocatoria de elecciones en Cataluña plantea al independentismo, la disyuntiva de un retorno al marco autonómico o persistir en el callejón sin salida del procés. Son días procelosos en el Parlament. El lunes el president perdió su escaño, pero no el cargo. Y aunque aparente estar en fase de negación, lo cierto es que la coalición de gobierno que le sustentaba se ha roto de forma irreparable. La legislatura y su tiempo político han terminado. Mientras tanto, el principio de realidad se sigue imponiendo. Así que por si acaso, se han anunciado ya presupuestos y elecciones; en ese mismo orden, y no por casualidad. Al supeditar las elecciones al presupuesto, más que salvar la legislatura, lo que Torra espera es introducir incertidumbre y ganar tiempo para poder dar consistencia a su discurso. Sin escenificarse víctima de un ataque judicial, las cosas se pondrían muy cuesta arriba a los suyos.
Aunque los excesos retóricos se han vuelto más infrecuentes en el parlamentarismo catalán, este martes regresaron de mano de los presos, convocados por la comisión sobre el 155. Los líderes independentistas se vinieron arriba. Nadie en la sala hizo autocrítica por haber llevado el país a su peor crisis de autogobierno. A pesar de ello, el discurso de los presos sonó a una épica antigua, apenas un eco distorsionado de 2017. Una prisión sobrevenida no es un lugar idóneo para enunciar discursos heroicos. Por eso, mientras Junqueras se jactaba de haber sobrevivido a Mariano Rajoy y a los suyos -que no al poder judicial-, la maquinaria del Estado autonómico ha seguido su curso; algo renqueante si acaso, pero eficaz todavía. En mejor condición que hace dos años, sin lugar a dudas.
Pocos dudan hoy que viene un tiempo diferente y se aleja la independencia. Muchos se preguntan cómo será y, sobre todo, cómo afectará la cuestión catalana al conjunto de España. A pesar de la fortaleza de los alineamientos electorales, el hastío de la política de acontecimiento histórico semanal es grande. Al final se impone el retorno de las cuestiones que importan en la vida cotidiana. O lo que es lo mismo: el debate presupuestario. La legislatura está liquidada. Por agotamiento.
Sabedor de la escasez de momentos de tensión útiles a la épica, el bloque independentista espera salvar sus resultados electorales a base de presupuestos. Esquerra se ve, también en esto, en mejor posición de salida que sus socios. Gracias a los comunes, siempre útiles a los de Aragonès, Esquerra maneja tres cuartas partes de un presupuesto al alza en gasto social. ¿Será base suficiente para reeditar un tripartito con el PSC o vendrá a tirar por tierra este frágil equilibrio la extrema derecha?