«O povo é quem mais ordena»

Rafael Arangüena FIRMA INVITADA

OPINIÓN

YVES HERMAN | Reuters

29 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos primeros ministros británicos después, enero del 2020 se despide arriando la Union Jack de las instituciones comunitarias. Probablemente sea un punto y aparte más que un final en una relación de amor-odio que desde antiguo ha unido a isleños y continentales, y que no ha superado este momento de histórica debilidad de las instituciones supranacionales.

Por razones familiares reparto últimamente mi tiempo entre ambos mundos y, francamente, me siguen pareciendo uno mismo por mucho que falaces intereses intenten convencerme de lo contrario. Soy de los que creo que el Reino Unido ha cometido su mayor error desde 1945, pero no debemos menospreciar la capacidad de recuperación de una sociedad que tiene por costumbre cerrar filas y actuar en bloque. La digestión del siglo XXI está siendo pesada y parece que aún va a serlo más. El brexit ha sido una decisión de salida cosechada tras una siembra aderezada con muchas mentiras, entre las reminiscencias de un imperio que ya no existe, y que refleja un país dividido entre el pasado y el futuro, entre jóvenes y mayores, y, sobre todo, entre élites culturales, científicas y económicas y una gran parte del pueblo. Ese brexit que iba a devolverles su identidad puede conseguir que esta aún se deshaga más: Irlanda quiere unificarse consigo misma dentro de Europa y Escocia quiere marcharse y seguir siendo europea. Incluso Churchill, quintaesencia de lo británico, tuvo claro su futuro europeo. Si apasionado fue el debate durante la última campaña electoral, esa que ganó de calle Boris Johnson, una vez votado y haciendo bueno eso de que o povo é quem mais ordena, las aguas se han calmado y es ahora el megxit lo que se debate. Mientras tanto, por sus calles se desenvuelve a diario un importante contingente de población de origen extra-europeo, procedente de su antiguo mundo colonial, que enriquece el paisaje inglés y que, miren ustedes por dónde, nada tiene que ver con esa presunta invasión de europeos deseosos de aprovecharse del bienestar inglés que sirvió para guiar el voto de salida. En cualquier pub se percibe que se trata de una gran nación, pero que solo ha sido verdaderamente grande cuando se abrió al mundo hasta llegar a liderarlo, y para ello es indispensable librarse del miedo a soñar con verdaderas instituciones globales de gobernanza. Como jamás se debe desaprovechar una buena crisis, la Unión Europea, cohesionada frente a la decisión inglesa, haría bien en reformularse para, sin miedos ni complejos, comenzar a escribir su futuro.