La familia no se negocia en el alquiler

Esteban J. Rey Calvo FIRMA INVITADA

OPINIÓN

Eduardo Parra

20 ene 2020 . Actualizado a las 14:32 h.

«Llamo para ver el piso que alquilan».

 -«¿Tiene mascota?».

Un punto de partida distinto sería preguntar qué tipo de familia es la que llama. Y es que no existe un problema en tener o no tener mascota, sino en quiénes se disponen a alquilar un apartamento o piso. En esta época en la que vemos con normalidad la heterogeneidad del grupo familiar formado por personas del mismo sexo o por parejas con hijos o sin hijos, debemos empezar a normalizar que la mayoría de las mascotas no son animales de compañía, sino parte viva, vital y necesaria del conjunto familiar. Son familia. La familia no se negocia.

A nadie se le ocurre cuestionar si teniendo abuelo a cargo o bebé recién nacido el inquilino es más o menos idóneo. En la misma tónica debemos empezar a enfocar el alquiler de viviendas a familias donde el perro es un miembro más. Claro que todos vamos a pensar que algún criterio debemos de seguir para decidir si los inquilinos son adecuados y fiables. Y, desde la posición de propietario de piso, desde siempre se ha llevado una serie de básicos que cada uno escoge para que cumplan sus arrendados. Coincidirán conmigo en que todo el mundo que alquila un piso quiere una serie de cosas. Primero: que le paguen, pues si no te pagan el negocio del alquiler no funciona. Segundo: que haya una buena convivencia vecinal en la comunidad o bloque, ya que es importante que los inquilinos en conjunto no sean motivo de quejas por parte de los convecinos a la propiedad, y en este punto puede entrar el ruido de una mascota, por ejemplo, o los portazos o los gritos y ruidos a horas inapropiadas.

Y tercero: que cuiden el habitáculo. Entendemos que los muebles y enseres pertenecientes a la vivienda se desgastan, pero no que se rompan intencionadamente o que se muerdan. Así que en esto también entran puntos como el perro que mordió el sofá o el niño que en un ataque de rabia rompió el cristal de la puerta del salón.

De las tres condiciones dos afectan directamente a las mascotas, o no. Me explico: la convivencia intervecinal puede verse afectada por las mascotas en tanta medida como por otras conductas inadecuadas, y del mismo modo sucede con el cuidado y mantenimiento normal del piso. Así que después de esto quizá tenemos más claro que el problema (por tildarlo de alguna forma) no es si el inquilino entra con perro o sin perro, sino la conducta general de la o las personas y sus animales. En esta conducta podemos entender no solo cómo de bien se comporta el perro y cómo de limpia es la persona, sino también puntos como el tipo de mascota que tiene o el ritmo vital de los integrantes de la familia o sus costumbres diarias.

Me lleva a pensar mucho en la necesidad imperante de tener un enfoque distinto de los criterios. Y decidir alquilar tu piso a familias estables y con armonía, tengan o no perro.