Los hijos tiranos

César Casal González
césar casal CORAZONADAS

OPINIÓN

12 ene 2020 . Actualizado a las 09:57 h.

Es un mal de nuestro desquiciado tiempo. Empiezan dañando la autoridad de sus padres y terminan por dañar directamente a los padres. Testimonio de María, una madre tras las agresiones de su hijo adolescente: «Me veía a menudo cubierta de moratones. Estaba aterrorizada». Les roban la dignidad. Cada vez más casos llegan a los juzgados. Pero, por desgracia, solo son la punta de un iceberg que asusta. No hay almas justas ni buenas, no hay almas platónicas en estos chavales que crecen sin conocer el no. Les alimentamos de un exceso de amor. Un exceso de amor siempre es un defecto de amor. Cuando unos padres dejan que el hijo cumpla años sin conocer límites estamos alimentado al cuervo que nos quitará los ojos. Cuando dejamos que los chavales tengan montañas de regalos estamos generando seres egoístas, sin empatía, que no distinguirán jamás el yo de las otras personas del verbo. No hay para estos infantes que han sido tratados como emperadores ni tú, ni él, ni nosotros, ni vosotros, ni ellos. Estos niños amados hasta la náusea terminarán por atacar a sus padres porque se creerán con derecho a hacerlo. 

Cada vez más expertos denuncian que hay que frenar a estos seres que terminarán en el callejón sin salida de la agresión. No es solo decirles que sí, que por supuesto, a todo. Es permitirles por la comodidad que supone para los padres que se aíslen del mundo real con las tabletas, las consolas y los ordenadores gaming. Ese aislamiento les provoca irrealidad y les lleva a hacer lo que les da la gana. Sus padres son sus esclavos. Chavales que no saben lo que es una lavadora, recoger unos platos, ayudar con la mesa.

Nuestros padres nos daban la lista de recados y, cuidado, cómo no la cumplieses. No había premios por las notas. Las notas, estudiar, era nuestro trabajo. Nuestra obligación. Y, cuidado, cómo no fuesen buenas las calificaciones. Hoy, los recados los hacemos los padres. Si se les estropea el cargador del móvil, para que no se enfade, para que no se altere el niño, corremos rápido, madre o padre, o los dos, a por uno nuevo. Todo para seguir agigantando el pedestal en el que viven y desde el que se creen gigantes y ven nada menos que a sus padres como enanos a su servicio. Digamos no, no y no cada vez que sea necesario y desde ya. Muy importante es que convivan con la situación de sus abuelos enfermos. Que la vivan. Les educa. Sea en casa o en una residencia. Otro mimo innecesario es esa tontería de que no vean a sus abuelos tal y como están. Tal y como están es la vida. Los abuelos antes morían en las casas. Es el ciclo de la vida. Pero nosotros estamos empeñados en ocultarles todo hasta que acabamos recibiendo golpes, y de ahí al juzgado. Una locura.