La primera tentación de Cristo va camino de convertirse en la biblia del hereje. El título, que se ha viralizado, no es otra cosa que una sátira de Netflix en la que el mesías es gay, pero está a punto de convertirse en una auténtica arma arrojadiza contra sus creadores. No hay mal, ni siquiera pecaminoso, que por bien no venga. Porque lo que es indiscutible es que estas Navidades Jesucristo está siendo, más que nunca, una auténtica superstar. Claro que de ahí a tirar cócteles molotov en la víspera de Nochebuena contra la sede de sus artífices, el grupo cómico brasileño Porta dos Fundos, y a la denuncia de la Asociación de Abogados Cristianos solicitando que la plataforma lo retire de su catálogo en España, hay un trecho.
La homofobia y el espíritu inquisidor de algunos no han cambiado dos mil años después. No hay ficción posible que los remita. Tampoco entienden de actitudes tan paganas como el sentido del humor. Que sí, que en la historia sagrada cabe una prostituta, pero no un gay. Va a resultar que el averno es más igualitario. Al fin y al cabo, las llamas alcanzan a todos sin preguntarles antes por su condición sexual. Entre el presunto delito contra los sentimientos religiosos del que acusan a la cinta y la libertad sexual y de expresión es más que fácil elegir. Y si reírse con la versión gay de Cristo es pecado, me uno al club de los que arderán en el infierno.