Los eco-gestos

OPINIÓN

20 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La mayor toma de conciencia sobre los asuntos relacionados con el medio ambiente y la defensa de la sostenibilidad se viene resaltando en todos los informes oficiales y de orden privado. Se podría afirmar que «la ecología ha ganado la batalla cultural». Sin embargo, subsisten rasgos que permiten decir que, todavía, las acciones puestas en práctica son insuficientes.

Es un hecho constatable que los diferentes actores se van pasando la pelota unos a otros. Ya sean poderes públicos, empresas privadas, mundo financiero, ciudadanos, mundo asociativo o investigadores. Cada uno tiende a justificar su posición e incluso su lentitud en lo que atañe a las recomendaciones o acciones que se debieran impulsar, desarrollar o subrayar, tanto propias como ajenas.

Se necesita, por tanto, pasar a la acción, y que esta sea rápida y eficiente. Que llegue a superar el simple discurso mediático, dejando a un lado el conjunto de gestos ecológicos, y que se proceda a cambiar las formas de enfocar los objetivos finales e intermedios. A la espera de dichos planteamientos podemos reseñar, mientras tanto, varios comportamientos individuales, nada desdeñables y sumamente importantes, que podríamos aplicar. A modo de ejemplo, se podrían llevar a cabo cambios en los comportamientos individuales y asociativos, en lo concerniente a las comidas, al transporte, al consumo, a las relaciones sociales. No supone una necesidad de inversión (ni pública, ni privada) y con ello contribuiríamos a ser más eficientes y sostenibles, reduciendo la huella ecológica. No son, ni constituyen acciones individuales simbólicas ni marginales, ni son comportamientos heroicos. Simplemente se trata de activar actuaciones que deriven en una nueva forma de entender y de participar en el sistema socio-técnico actual.

Las batallas solo serán ganadas cuando una parte sustancial de las emisiones queden detenidas por el propio sistema y no dependan, exclusivamente, de nuestra acción individual o del mercado. De ahí la trascendencia de los planteamientos a nivel colectivo. En suma, comprender y defender la sostenibilidad supone empezar por la vivienda (construcción, calefacción, residuos); por la movilidad (uso de los distintos modos de transporte); proceder a descarbonizar las cadenas de valor económico; definir nuevos planteamientos de los servicios públicos; introducir cambios en los hábitos alimentarios y otros más. Por aquí comienza el futuro.