Tengo la convicción no deseada de que la política se está degradando demasiado entre nosotros, es decir, en España. Y no digo esto porque me sienta particularmente afectado o condolido, sino porque temo las consecuencias de esos descarrilamientos en los que, al parecer, todo vale y nada es como se nos dice o traslada. ¿Cómo es entonces? Nadie lo sabe, o nadie lo cuenta. Porque casi todos nuestros políticos están concentrados tan solo en la conquista y/o mantenimiento del poder. Una enfermedad difícil de curar.
El escritor brasileño Paulo Coelho, superventas de una filosofía plagada de ocurrencias, expresó con irónica claridad que «cuando un político dice que acabará con la pobreza, se refiere a la suya». Y aún añadió: «Entre un Gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa». Está claro que no se refería a nosotros porque estas frases ya cuentan con sus añitos, pero causa desánimo la vigencia que aún tienen a fecha de hoy y que parece ir en aumento cada día que pasa.
Las oscuras negociaciones en marcha (en Cataluña y fuera de Cataluña) no parecen buscar otra cosa que el mantenimiento en el poder y la satisfacción de aquellos cuyo apoyo es tan necesario para lograrlo. Todo, menos perder los soportes precisos. Y, para apuntalarlos bien, hay que convencer a los ciudadanos de que no hay nada peor (ni cosa más execrable) que ir a unas terceras elecciones. Algo que se nos repite sin cesar.
La verdad es que también yo creo que nos hemos metido en un buen lío cuando todos los partidos de España se han puesto a cambiar cromos y a ponerles precio. Es como si de repente todo hubiese perdido importancia y solo tuviese valor lo de ganar el gran trofeo del Gobierno de España. Con quien sea. Como sea. Con la apariencia de estar solucionando el pasado, el presente y el futuro. Porque (según se nos deja ver) las carambolas van a ser de órdago y una nueva España emergerá rutilante de este enredo.
¿Preocupación? Sí, la hay. A muchos analistas no les cuadran las cuentas ni los cuentos. Pero también la esperanza gatea como puede e intenta abrirse paso. Solo nos falta saber si el talento de Sánchez se compone de algo más que de ambición personal.