Pedro Sánchez: obscena investidura

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Emilio Naranjo | Efe

04 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Este periódico titulaba ayer a cuatro columnas lo que sigue: «El PSOE invoca la política de izquierdas para captar el apoyo de ERC a Sánchez». También ayer, un diario de Madrid se refería a la búsqueda de apoyos para la investidura por parte del presidente en funciones con un titular que, en contraste con el anterior, deja al lector de ambos turulato: «Sánchez apela de nuevo al PP ante las dificultades con Esquerra». A esto se le llama poner una vela a Dios y otra al diablo.

Que Pedro Sánchez haga o diga hoy una cosa y al día siguiente haga o diga absolutamente la contraria ya no puede sorprender a nadie, pues si hay algo que define perfectamente al dirigente socialista, además de un gusto por el poder obsesivo hasta llegar a lo enfermizo, es su enorme ambición para alcanzar todos sus objetivos.

Pero ¡incluso en Sánchez! es delirante la pretensión de lograr la investidura con eso que con precisión se ha denominado una mayoría Frankenstein y ¡paralelamente! con la abstención de los partidos constitucionalistas.

De haber actuado Sánchez en coherencia con las duras críticas que dirigió a Podemos y a los separatistas durante la campaña para las elecciones del 10-N, lo lógico hubiera sido que el PSOE intentase cerrar un acuerdo con el PP y con Ciudadanos para una investidura basada en un pacto sobre las líneas maestras de las grandes políticas de Estado. Sin embargo, y en lo que constituyó un clarísimo fraude electoral, Sánchez no tuvo problema alguno en traicionar todo lo dicho en campaña electoral: y así, en 48 horas, a espaldas de su partido y su Gobierno, cerró un pacto con Iglesias que abocaba a ambos a una investidura con la abstención o el apoyo de ERC.

Es decir, pudiendo elegir un pacto de Estado con los constitucionalistas, para hacer frente al claro enfriamiento de la economía (que ayer los datos de paro volvieron a confirmar) y al desafío separatista en Cataluña y muy probablemente en el País Vasco, Sánchez —sin contar con nadie más que con su desbocada ambición y su completa falta de sentido del Estado— optó con toda claridad por un gobierno con la extrema izquierda de Podemos y con los separatistas de ERC, fuerzas ambas que pretenden eliminar dos de los pilares básicos de la Constitución: la unidad nacional y la monarquía parlamentaria.

Por eso resulta de una obscenidad democráticamente insoportable que, con un pacto ya cerrado con Podemos que incluye el reparto de carteras del Gobierno, y mientras negocia su investidura con los sediciosos enemigos de la unidad nacional, haga Sánchez (el mismo, por cierto, del «no es no» que forzó la repetición de las elecciones del 2015) una llamada a la abstención de los constitucionalistas. De no ser porque la falta de sentido de la realidad del presidente en funciones es de todos conocida, cabría pensar que a fuerza de derrotas electorales y parlamentarias Pedro Sánchez hubiera perdido la razón.