Tamara, la pija que cae bien

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas MIRA Y VERÁS

OPINIÓN

J.J.Guillen | Efe

30 nov 2019 . Actualizado a las 10:41 h.

Hay en nosotros siempre una falta de simpatía hacia los triunfadores y a la gente con dinero. Es inevitable, elegimos ponernos del lado de los perdedores, pero hay que reconocer que nos equivocamos muchas veces. Yo lo hice con Vargas Llosa, al que antes de conocerlo veía como un tipo estirado y petulante, una imagen que nada tiene que ver con lo que es, un tipo entrañable, agradabilísimo, conversador y cercano. Mario es ese mismo Nobel descamisado que, después de dar una conferencia, no duda en apoyar a la hija de su pareja en un talent show. Y eso al espectador le cuesta encajarlo. Pero como yo estoy en esa etapa en la que cuando me dicen: «Cuelga tú», cuelgo, prefiero no enredarme en prejuicios ni en malas vibraciones. Y esa buena energía es la que ha aupado a Tamara Falcó en MasterChef.

La niña pija que, en lugar de hacer yoga reza el rosario, nos ha ablandado el corazón con frases de Paulo Coelho y una espontaneidad ñoña que le ha dado la vuelta a la tortilla. Sin quitarle ningún mérito a su proeza culinaria, lo que ha enganchado de Tamara es que el público la ha rescatado de ese hoyo frívolo en el que le ha tocado vivir y la ha proyectado como una víctima de la buena suerte: con todo hecho y sin nada que hacer. Pero Tamara nos ha descubierto que si le lanzan cuchillos, sabe reírse de sí misma y progresar. Un humor que le falta a toda esa gente que habla y habla mal de los demás sin ponerse jamás el delantal.