El cordón sanitario de Vox

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Ricardo Rubio - Europa Press

29 nov 2019 . Actualizado a las 08:53 h.

Debe hacerse un cordón sanitario a Vox? ¿Debe montarse una maniobra política para que no esté representado en la Mesa del Congreso de los Diputados? Este es uno de los debates políticos del momento que, si no tiene más presencia en los medios, es porque la actualidad está condicionada por la formación de gobierno. Pero la iniciativa existe, fue ideada por el Partido Socialista y se han unido a ella la mayor parte de los grupos parlamentarios, con la notable excepción del PP. Diré, como simple sospecha, que el Partido Popular nunca se sumará a ese cordón sanitario, de la misma forma que no se sumó a la reprobación de Ortega Smith en el Ayuntamiento de Madrid, por legítimo interés: sin descartar alguna coincidencia ideológica, porque el gobierno municipal de Madrid y los autonómicos también de Madrid, Murcia y Andalucía ahora en manos del PP, dependen de los votos y escaños de Vox. Una ruptura entre ambos haría que el PSOE aumentara su cuota de poder.

Puestas así las cosas, tampoco se puede descartar otra intención perversa en la iniciativa del PSOE: dividir a la derecha para recuperar el poder que perdió. Sobre todo en Andalucía.

No voy a entrar en argumentos legales, porque los reglamentos lo permiten todo, el cordón y su contrario. La prueba es que los juristas están divididos. Mi aportación es básicamente política. Más allá de los citados intereses de partido, pienso que sería muy poco democrático dejar fuera de la Mesa a la tercera fuerza política del Congreso. Sería una falta de respeto a sus votantes, que tienen tantos derechos como los votantes de Unidas Podemos, por citar un ejemplo de partido populista y radical. Sería una solución demasiado fácil para marginar a un partido por el mero hecho de que sea intolerante o extremista y rompa unanimidades. Y serviría para que Vox se convierta en mártir de lo que Ortega Smith acaba de llamar «discurso único». El paso siguiente será explotar electoralmente su marginación.

Vox es un partido incómodo para los demás. Merece repudio por su política ante la violencia machista. Pero no merece más repudio que quienes propugnan la destrucción del Estado y su unidad y nadie les niega plenitud de derechos parlamentarios. Más que negarle los puestos que numéricamente le corresponden en la Mesa, lo que deberían hacer los demás partidos es analizar por qué la fuerza política de Santiago Abascal ha obtenido tanta representación. Si su aumento de votos y diputados se produjo después del fracaso que nos llevó a repetir elecciones, algo habrán tenido que ver los responsables de ese fracaso. Y si no dieran motivos a la extrema derecha para resultar una fuerza deseada por tantos votantes, Vox no sería lo que es.