Hoy en día es irracional seguir haciendo planes generales en los que el tiempo de redacción supera, en ocasiones, el tiempo de vigencia de los mismos. Es irracional que los datos de partida se obtengan años antes de su aprobación definitiva. Y es irracional, sobre todo, que el documento resultante sea estático y aplicable una media de veinte años.
La alternativa actual de redactar planes estratégicos de carácter urbano, mucho más flexibles, transversales y sometidos a revisiones constantes de sus indicadores, es completamente necesaria. Pero, a menudo, todavía insuficiente. Es tiempo, por tanto, de caminar hacia una planificación urbana en tiempo real.
Dejando al margen los ayuntamientos de pequeña dimensión, que en Galicia son la mayoría y requieren una reflexión individualizada, los centros urbanos sufren constantemente decisiones exógenas que cambian los parámetros de partida. Es necesario que existan planes y mecanismos para poder transformarse en un corto período de tiempo. La toma de decisiones a largo plazo, en un escenario de incertidumbre, está condenada al fracaso.
En un contexto en el que Waze o Google tienen un conocimiento del tráfico en tiempo real y los patrones de desplazamiento son supramunicipales, ¿cuál es el sentido de los planes de movilidad de un único municipio y elaborados a partir de datos de un período concreto? Situaciones similares se dan en la oferta de vivienda y la actividad social, más actualizada en Idealista o Tripadvisor. Incluso en las actuaciones ligadas a la salud y el deporte, donde aplicaciones como Runtastic o wearables como las pulseras Fitbit nos ofrecen parámetros medibles que están dando lugar a una profunda transformación digital ligada a la teleasistencia. En el comercio, mientras Amazon sigue creciendo y la banca se digitaliza, las normativas urbanas siguen restringiendo el uso de los bajos a actividades «comerciales».
Quienes participamos en la planificación de lo urbano, por imperativo legal, seguimos enmarcando nuestras propuestas en los modelos de documentos existentes. Quienes tienen las responsabilidades políticas, toman decisiones a partir de ellos y de las demandas colectivas sobre problemas concretos. Pero si seguimos en ese camino estamos condenados a ir siempre a rebufo, dando tan solo respuesta a decisiones de otros. Incapaces de decidir nuestro propio futuro.