Iberia, la mariposa y los gallegos
Los abascales, tan despreocupados ellos que no necesitan saber sobre el paro, se mantendrán ajenos al efecto que la fusión de aerolíneas entre el grupo Iberia y Air Europa pueda tener en nuestras vidas, apenas el vuelo de una mariposa. No serán los únicos.
Si recuerdan, en los años 80 y en los 90 del pasado siglo, el Estado y sus gobiernos decidieron que era tiempo de deshacerse de las empresas públicas. Aquellas que eran monopolio y las que no. Unas por imperativo de nuestra entrada en la UE, otras por insalvables y otras porque la sana competencia en servicios más o menos públicos, léase energía, telefonía y aviación, beneficiaría a los usuarios por el mero hecho de convertirnos en clientes. Una de las más tardías en aportarnos tal cúmulo de beneficios, al pasar de empresa pública a privada, fue Iberia Líneas Aéreas Españolas, que se vendió en una primera fase allá por el año 1993. Fue tardía no porque el Estado y sus gobernantes del INI no tuvieran planes para ella, sino que se enredaron en sus estrategias de crecimiento con Aerolíneas Argentinas y otras compañías latinoamericanas, y se provocó tal desaguisado que fue necesario dinero público para reflotarla y sanearla antes de ser vendida. Contentos, nos dijeron, que debíamos de estar al pasar Iberia a formar parte del grupo de British Airways y American Airlines en 1999, y culminar su privatización con su salida a bolsa en el 2001, para fusionarse al fin con British Airways en el 2011.
Muy pronto empezaron otras compras, primero Vueling y ahora mismo Air Europa. En fin, un pequeño oligopolio para movernos por la península y nuestras islas. También por alguna parte de Europa. Hasta el extremo de que en Galicia Iberia se quedará con más del 60 % de las rutas desde nuestros aeropuertos, y casi el 70 % de los pasajeros de Galicia, que en Vigo y A Coruña alcanza el 91 y el 98 % de quienes viajamos.
No hace falta mayor perspicacia para saber que en un mercado de aviación de algo más de 5 millones de pasajeros, de los que casi 2 millones tuvieron como destino final o de enlace Madrid, esta concentración de la oferta en una única compañía si bien podría racionalizarla e incluso reducir los precios, no necesariamente sucederá así, pues su posición monopolística en A Coruña y Vigo indica que no solo se verán reducidas las frecuencias -como ya sucede en la temporada otoño-invierno con Vueling a Barcelona-, sino un incremento gravoso de tarifas, como ha sucedido con la desaparición de Ryanair del aeropuerto de Vigo.
Y de ahí nuestro gozo en un pozo. Lo que el mercado y la competencia nos prometían con aquella privatización de nuestra aerolínea de bandera, que dirían en el NO-DO tan querido por algunos de nuestros políticos, se nos irá en ese pequeño oligopolio que ya condiciona nuestra movilidad para la media y larga distancia. Por más aeropuertos que tengamos, incluido aquel de Portugal.
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