Un rey obligado a la clandestinidad

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

05 nov 2019 . Actualizado a las 09:12 h.

La Fundación Princesa de Girona no es importante por su nombre. Lo es por la tarea que desarrolla en los ámbitos cultural, educativo, de promoción de vocaciones científicas y tecnológicas y por un trabajo formativo encaminado a facilitar el empleo de los jóvenes. Para tener una idea aproximada de su impacto, sus programas destinados a enseñantes desde el año 2012 han contado con la participación de 7.000 profesores de cerca de un millar de centros, con una proyección calculada de 190.000 alumnos de todas las comunidades autónomas.

Sin embargo, para el independentismo catalán debe ser una institución despreciable, porque el Ayuntamiento de Girona la expulsó físicamente de la ciudad al no cederle un espacio para la entrega de los premios que llevan su nombre. Algo que podría ser un motivo de proyección de Girona ha sido entendido por su corporación municipal como una vergüenza o algo así. Y, si la entrega de premios se hace en Barcelona, los CDR se encargan de recibir a la familia real con gritos de «fora, fora la bandera española», con caceroladas y con todo tipo de expresiones verbales y físicas de rechazo, hasta el punto de que la policía tuvo que emplearse a fondo para garantizar la seguridad de los reyes y de sus hijas.

Ha sido una elocuente muestra de la cortesía y la hospitalidad de que Cataluña hizo gala siempre y ahora tratan de arruinar. Y lo malo no es eso, porque siempre hubo descerebrados y los seguirá habiendo. Lo malo es que tales personas son empujadas a esas acciones por los gobernantes catalanes. Singularmente, por su presidente, el señor Torra, que es el representante del Estado en Cataluña. Y por su vicepresidente, el señor Aragonés, que, para calentar el ambiente de repulsa a Felipe VI en vísperas de su llegada, calificó a la monarquía española como «la continuidad institucional del franquismo». A veces dan ganar de hacer vivir a estos jóvenes una semana del franquismo, solamente una semana, para que experimenten en su carne cómo podrían hablar, no ya de independencia o de derechos, sino simplemente de autonomía o de libertad. Solo con ese experimento dejarían de decir tanta barbaridad, porque hablan de memoria histórica pero no tienen ni idea de cómo ha sido la historia.

Lo único que consiguen -quizá sea lo único que pretenden- es dañar a este país. Y ciertamente lo consiguen al obligar al rey de España a entrar en Barcelona casi de forma clandestina; al tener un presidente de su comunidad tan maleducado que no se acerca ni a saludar; al anteponer su independencia a cualquier otra consideración de interés general y al mostrar al mundo una imagen de inestabilidad por su rechazo a la familia real como personas y a la Corona como institución.

A veces dan ganar de hacer vivir a estos jóvenes una semana del franquismo para que experimenten en su carne cómo podrían hablar, no ya de independencia o de derechos, sino simplemente de autonomía o de libertad