Silencio sostenido

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

26 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Decidí hace una semana bloquear todas las notificaciones de mi teléfono móvil y no ha pasado nada. Dije eso y alguien me respondió: «Falso. Sí que ha pasado algo». Le miré estupefacto al tiempo que mi memoria lanzaba una búsqueda rápida para ver en qué le había fallado a mi interlocutor. Se dio cuenta. «Ahora vives más tranquilo», dijo. Y era verdad. No solo había pasado eso: también desesperé a algunas personas sin querer, porque tardé en leer y contestar mensajes o correos electrónicos. El jueves, por ejemplo, había quedado a última hora de la tarde y se me olvidó. Me mandaron varios mensajes, pero no los vi. Reconozco que esto último casi me llevó a reconsiderar la decisión. Lo pensé mejor y sigo con las notificaciones desactivadas.

Según mi propio móvil y la empresa que lo controla, recibía unas mil notificaciones por semana. Quizá muchísimas menos que las de cualquier adolescente, pero más que bastantes para interrumpirme —la mayor parte de las veces con asuntos menores o incluso con tonterías amables— y hacerme perder un tiempo del que, como todos, ando muy escaso. Y lo peor: el barullo que esos pitidos, timbrazos y campanillas introducían en mi cabeza, la dificultad para pensar o para trabajar en algo sostenidamente, sin distracciones.

Por supuesto, no debería volver a pasarme lo de la cita del jueves. Evitarlo supondrá cambios, porque quizá no puedan avisarme cuando me despisto, salvo que me llamen por teléfono, cosa que casi nadie hará porque se considera un acto demasiado agresivo en una época en la que se consigue mandar mensajes gratis, incluso de voz, con la esperanza de una respuesta instantánea. En un mundo de ruidos, lo valioso es el silencio.

@pacosanchez