Están «trumporizados»

Ernesto Sánchez Pombo
ernesto s. pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

14 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Vayan apuntando este nuevo palabro que me acabo de inventar: trumporización. Dícese de la acción y efecto de seguir el estilo y los modales de Donald Trump. Al paso que vamos, pronto los señores académicos van a estar obligados a incluirla en el diccionario de la RAE. Porque a estas alturas nadie va a discutir ya que Trump está creando escuela; no por su acierto como sería deseable en el presidente de la primera potencia mundial, sino por su comportamiento chabacano, burdo, barriobajero y soez. Pero eso que a algunos nos resulta tan molesto, cala con éxito en nuestra clase política, que ha importado el matonismo y el insulto del sheriff bravucón. Están trumporizados

Hace nada nos horrorizábamos cuando nuestros dirigentes se desacreditaban llamándose indecente, ridículo, el mayor traidor, incapaz, ilegítimo, mentiroso o incompetente. No sabíamos lo que nos esperaba. Acabamos de entrar en una nueva fase. En la del «presidente golpista» y «el jefe de la banda»; la de los «merdentos» de Rajoy y González, a los que una chispa debe carbonizar, y en la de los «lameculos», «paniaguados mezclados con ladrones pijos», «traidores», «basura», «miserable», «acomplejados», «fascista» y «troll de mierda». Por no hablar de las violaciones y asesinatos de Las Trece Rosas o de las iglesias que arden diariamente en Madrid. Es la nueva clase política; la que vino a regenerar la democracia y a enseñarnos lo que es la ética y el buen gusto, a la que las fake news y las borricadas de Trump han abducido.

Hace una semanas, una encuesta reveló que el 91,01 % de los españoles creen que la clase política está más crispada que la sociedad, frente al 8,99 %, que deben ser precisamente los políticos encuestados, que creían lo contrario. Pero nada mejor que el lenguaje diario para certificar la crispación. Y es que el lenguaje y el estilo trumpiano se impone a velocidad de vértigo en nuestro país. Y con ello otra forma de entender la actividad pública. Ya no se tiene respeto por el adversario. Y lo que es peor. Menos aún por quienes les pagamos el guateque.