Reseteamos y empezamos de nuevo. Todo lo dicho hasta ahora ya no sirve. Todos los análisis fueron inútiles. Y las encuestas pueden irse a la papelera. Íñigo Errejón y Más Madrid acaban de provocar un cataclismo en la política española, donde se les esperaba aunque no mucho y no ahora. Y la cosa debe de ser muy preocupante porque el desasosiego es general y llega incluso hasta el PP que cree que el nuevo proyecto podría movilizar al abstencionismo.
Lo cierto es que todas las cuentas que echamos hasta ahora ya no son útiles. Horas y horas perdidas en vaticinios y cálculos que se van al traste porque la izquierda, por si estaba poco dividida, se ha troceado aún más más. Y como el electorado es el mismo, resulta aventurado decir lo que puede ocurrir, aunque los primeros sondeos hablan ya de que Errejón obtendría en torno a 10 diputados. Que se los restaría, preferentemente, a Unidas Podemos que se puso de los nervios desde que supo de la intención de su ex colega. Porque de Pablo e Irene, en cuestión de días, han pasado de verse en el Gobierno a competir con quien menos deseaban hacerlo. Aún sin conocer el papel de las confluencias.
Pero también los socialistas van a padecer la presencia de Más Madrid, o como se llame, en las urnas. Menos que UP, pero un mordisco al que hay que unir el otro agente externo que llega para profundizar en esa nueva situación. El movimiento abstencionista parece adquirir por momentos una fuerza imparable. Se calculó inicialmente en un aumento del 4%, pero ya se habla del 15% que supondría llegar al 35%, o lo que es lo mismo, casi nueve millones y medio de paganinis que dicen que el que lo estropeó, que lo arregle.
Con todo esto, y con lo que se nos venga encima, el 10 de noviembre podría dejarnos un resultado electoral imprevisto hasta para los grandes politólogos de palleiro. Que auguraban que todo iba a seguir igual. Los últimos movimientos llevaron a los contendientes a declarar la alerta naranja. Que es la amenaza que padecemos los ciudadanos desde hace años.