Conocen la frase. Nadie es tan feo como en su foto del DNI ni tan guapo como en su foto de Tinder. Sucede lo mismo con la del pasaporte o la del carné de conducir si las comparamos con las imágenes de Facebook o de los estados del wasap. Ya era complicado antes saber quiénes somos y ha llegado la poliédrica realidad digital a multiplicarlo todo. La multiplicación no tiene por qué ser mala. Como todo, el uso o el abuso que se le da a las nuevas herramientas es la clave. Está dicho que con el mismo cuchillo se puede cortar unas lonchas estupendas del mejor jamón para una velada en familia o cargarte a tu vecino. La culpa no es del cuchillo es del dueño. Pasa lo mismo con los perros peligrosos o no. El perro obedece a su dueño. Es el dueño el que desvía al mejor amigo del hombre. Otra frase muy manida es que a medida que se cumplen años uno quiere más a sus mascotas y desprecia más a sus contemporáneos. No sé si es así. Pero hoy es muy difícil saber a quién tienes enfrente. Las empresas quieren robots. Y los seres nos empeñamos en ser humanos, en tener fallos. En Internet cualquiera es muchos. No es a propósito. Las ideas que se forman sobre un personaje tras una búsqueda de esa biblioteca universal que también es Google son delirantes, material de desecho. Es como si Valle lo hubiese clavado con su espejo del callejón del gato que lo deforma todo. En las redes hay esperpento y hay realidad. Lo difícil es aprender a leer, a distinguir. A separar esa distancia sideral entre la foto del DNI y la foto del Tinder. La mentira es humana. Hay estadísticas que nos dicen cuántas veces al día mentimos con desparpajo. En la muerte todos somos gigantes. Camilo Sesto parecía Camilo Octavo. Nuestros hijos son nativos digitales. Esperemos que de mirar tanta pantalla sepan discernir. Nosotros bastante tenemos con aguantar la imagen deteriorada por el paso y el peso de los años que vemos en el espejo. Así es que llegas a una edad en la que empiezas a verte favorecido en la foto del DNI, por el único motivo de que suele ser de cuando eras diez años más joven. Si nos mentimos a nosotros mismos, ¿cómo no vamos a hacerlo en la impunidad y la fugacidad de las redes? Todo dura menos que un yogur. No hay nada peor que creerse alguien y retransmitir tu existencia a los demás como si estuvieses en un pedestal. La vida da puñaladas profundas como para no aprender a distanciarse de todo lo que sucede en la nube. Igual sigue siendo mucho mejor estar en las nubes que en la nube, como cuando niños.