¿Si no son capaces de ponerse de acuerdo, los actuales líderes políticos tienen que irse?

Todo apunta a que nps enfrentamos a unas nuevas elecciones. Las cuartas en cuatro años porque los líderes políticos actuales no son capaces de alcanzar un acuerdo para acometer la legislatura. Dos estudiosas de la ciencia política nos dan respuesta a la pregunta: ¿Tienen que dejar paso?


Agregar preferencias

Siempre he intentado transmitir a mis estudiantes que antes que cualquier otra cosa, la democracia es un método, una forma, para agregar preferencias dispersas. Es decir, permite que todos los ciudadanos expresemos nuestra voluntad diferente, que se vehicula primero a través del sistema electoral y después en el ejercicio de la representación política. Y así, veinte millones de ciudadanos, a través de sendos procesos de agregación, construimos un gobierno o aprobamos unos presupuestos.

El funcionamiento de la democracia presupone que los ciudadanos deben tener los mejores niveles de libertad para elegir, que la forma de transformar su elección en representación debe ser lo más justa posible, y que el proceso para que los representantes construyan la decisión debe guardar cierta coherencia con los pasos anteriores. En definitiva, unas elecciones para que los ciudadanos expresen su voluntad y un sistema electoral que transforme esa voluntad en representantes encargados de construir la decisión a través de esa secuencia agregadora de preferencias.

Lo cierto es que muchas veces hemos criticado los procesos electorales, el sistema electoral, la representatividad o la conversión de los votos en escaños, pero nunca hasta ahora nos habíamos dado cuenta de que si al final nuestros representantes son incapaces de cerrar el ciclo de agregación de las preferencias, todo el proceso será en vano.

¿Tienen derecho nuestros representantes a desperdiciar la expresión de veinte millones de voluntades? Sinceramente creo que no, creo que la convocatoria de unas elecciones habla de la incapacidad de los políticos para cumplir el mandato de los ciudadanos, de su fracaso y no del nuestro. La elección de los ciudadanos es la otra, la suya no; ellos están obligados a construir la decisión con la composición de las preferencias de los electores, y no parece legítimo que los políticos rechacen la elección de los ciudadanos y les obliguen a elegir de nuevo.

Frente a los que quieren presentarnos esta situación como un fracaso de la relación entre los políticos, lo cierto es que el fracaso se ubica en el vínculo que une a los ciudadanos con los políticos. Y que los mismos que hoy son incapaces de acometer su responsabilidad, nos exigen mañana la responsabilidad de sostener una nueva elección para que nuestro voto cuente. Pues que cuente ahora!.

Autor Erika Jaráiz Gulías Profesora del Departamento de Ciencia Política y Sociolgía y miembro del Equipo de Investigaciones Políticas de la Universidade de Santiago de Compostela

Liderazgos alpha

Señalaba recientemente la profesora Nieves Lagares en estas mismas páginas, como el relato había venido a acentuar las posiciones de los líderes en la competición política moderna.

Lo cierto es que los medios de comunicación han sido un espacio extraordinario para la personalización de la política y para la efervescencia del relato, dicho de otro modo, los medios quieren sujeto y relato. La España de la transición de Suárez, la del desarrollo de González, la del «va bien» de Aznar, o la de «los derechos» de los homosexuales o de los dependientes de Zapatero, conforman relatos más o menos solventes en cada momento. La división sepultó a Suárez; la corrupción, a González; Irak, a Aznar, y la crisis económica a Zapatero. El relato construye y destruye a los líderes, los hace fuertes o débiles; la imposición del relato es una parte fundamental de la competición. Es tan frágil la sostenibilidad de los relatos, que en la política de nuestros días los líderes no pueden perder nunca, no pueden reconocer equivocaciones, no pueden mostrar debilidades. La debilidad es su talón de Aquiles.

Más que un hemiciclo parece un cuadrilátero en el que los golpes se suceden, provenientes de cualquier lado y a los púgiles, nuestros líderes,, acorralados en las esquinas por el adversario -la opinión pública, la oposición política, los medios de comunicación y hasta sus propias formaciones- no les queda más remedio que contraatacar. Y esto termina deslegitimando la política per se, construyendo al mismo tiempo una suerte de egolatría enfermiza que hiperboliza la figura de los líderes políticos, dando lugar a lo que podríamos denominar como «hiperliderazgos». Una omnipresencia, a la que si bien en los contextos políticos presidenciales y semipresidenciales están acostumbrados, no así en nuestros sistemas políticos parlamentarios.

Así, estos «hiperliderazgos» creados por la aplastante presencia del relato y la voracidad de la comunicación política de cara a la galería, se ven a su vez afectados por las luchas internas de sus propias formaciones, lo que se vuelve a su vez en el principal germen de su debilidad interna. En consecuencia, mientras que de cara a la opinión pública se construye una suerte de «liderazgos alpha» en plena lucha por marcar su terreno, no cejar en sus caprichosos y pueriles empeños y no permitirse ninguna concesión hacia el adversario; internamente se derrumban, por no ser capaces de mostrar la habilidad para cocinar un liderazgo a fuego lento y dejarlo reposar.

Autor María Pereira López Profesora de Ciencia Política y de la Administración y miembro del Equipo de Investigaciones Políticas de la Universidade de Santiago de Compostela
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