Las «otras» dos Españas

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Marta Pérez

04 sep 2019 . Actualizado a las 16:58 h.

Las «otras», sí, pues no me refiero a las dos Españas que, en palabras de Machado, nos iban a helar el corazón. Españas que fueron tres, en realidad, como ya hace años sostuvo Andrés Trapiello en ese libro indispensable que es Las armas y las letras: la de los que querían acabar con la República de 1931 por la izquierda; la de los que desde la derecha se levantaron en armas contra ella; y la minúscula España liberal que defendió, perseguida por ambos autoritarismos, la libertad y la democracia.

 No, no hablo de esas Españas que, pese a la suicida pretensión de no pocos, hemos logrado superar, sino de otras dos. La España real, que marcha hoy a trompicones, según demuestran muchos datos. Y la España oficial, en la que viven refugiados los políticos de todos los colores, pero, muy especialmente, los que ahora dominan el panorama nacional, los de Podemos y el PSOE, que actúan con la irresponsabilidad de quien viviera en el mejor de los mundos posibles, que lo es sin duda para quienes lo disfrutan.

España evoluciona, por desgracia, de modo muy distinto. Dos datos se añadieron ayer a otros muchos que, poco a poco, van ennegreciendo un panorama que, a buen seguro, empeorará si nadie trabaja para evitarlo desde ya. El primero: en agosto, según el Ministerio de Trabajo, la caída de afiliados a la Seguridad Social (212.984) fue la mayor desde el 2008 y la segunda peor en lo que llevamos de siglo XXI. Además, el aumento de parados registrados (54.371) fue el peor en un mes de agosto desde el 2010. Segundo dato: la venta de coches ha caído el mes pasado un 31% y un 9,2% en lo que va del 2019, deriva que podría suponer un año negro para un sector tan importante como el de la automoción.

¿Muestran estar preocupados por esa alarmante realidad nuestros líderes políticos? ¿Son el deterioro de la imagen política de España, que tanto influye en la inversión nacional y extranjera (nuestra bolsa es la que peor va de la Europa más avanzada), y de su economía, los hechos que centran los desvelos del Gobierno en funciones o del partido que, con él, quiere gobernarnos? La respuesta -lo sabe todo el mundo- es negativa en ambos casos.

Nuestros partidos andan todos a lo suyo y los dos que hoy protagonizan la vida española solo están pendientes de deteriorar la imagen del otro, pensando en unas elecciones más probables cada día. El presidente del Gobierno, primer responsable de la marcha del país, disfruta como un niño de los privilegios del poder y vive un idilio consigo mismo encantado de haberse conocido, sin que el deterioro de la política o de la economía le importen más allá de que puedan perjudicar sus expectativas de seguir en la Moncloa. Por eso, mientras las cosas empeoran, Sánchez nos presenta unas medidas que no son más que una desvergonzada tómbola benéfica dirigida a quienes creen todavía que nadie debe pagar cada euro que los poderes públicos se gastan en sueldos, subvenciones y servicios.