Deportes de riesgo: mejor un buen seguro

Álex López ALPINISTA Y ABOGADO

OPINIÓN

04 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Las actividades deportivas en el medio natural se han convertido en una forma rápida y barata de alimentar el ego de propios y extraños. Este aumento del número de practicantes hace que la gestión de los riesgos inherentes a determinados deportes, como la escalada, el senderismo, el montañismo, el barranquismo o la espeleología, haya crecido proporcionalmente al dato de deportistas. Muchos de estos ciudadanos acuden a practicar este tipo de deportes sin una formación adecuada y en un lugar hostil y con numerosos peligros objetivos, carentes de toda experiencia en el medio natural; pudiera parecer que en el fondo somos responsables de nuestros actos e inconscientes respecto a la realidad de unas actividades que en nada se parecen a las que vemos en televisión. ¿Quién sabe si con el éxito recabado por el documental Free solo grabado en Yosemite, que se llevó un Oscar, el efecto Kilian Jornet no pasará a ser llamado el efecto Honnold?

Lidiar con el ego propio y la necesidad de obtener repercusión en las redes sociales no es incompatible con una serie de principios que evitarán consecuencias negativas para el deportista; planificación de la actividad, preparación física y formación han de ser tres pilares básicos de estas actividades, a lo que podemos añadir la contratación de guías y profesionales titulados. Estos pocos consejos, que se llevan aplicando en Europa desde hace años, servirían para evitar males mayores, como la posibilidad de pedir auxilio. Y se rescata a los deportistas, vaya si se les rescata.

Dícese del día en el que alguien, ávido de repercutir el coste que le suponía mantener un servicio de rescate, observó que podría cobrar por ellos en el medio natural. Promulgó entonces una norma en su comunidad que lo permitiera. Esto supuso que algunas autonomías cobrasen los rescates en el medio natural, otras no, y en algunas existiera un doble servicio (público y privado), lo que causa enormes problemas competenciales. ¿Debemos cobrar los rescates por el simple hecho de practicar una actividad de riesgo, o solo en determinados casos?

Se ha demostrado que el deportista que tiene la necesidad de pedir un rescate reacciona tardíamente ante la posibilidad de un cobro, lo que supone un riesgo para rescatado y rescatador, por lo que el cobro parece que no sería la solución más adecuada. ¿Debemos cobrar los rescates solo a los negligentes? ¿Cuándo estamos ante una negligencia? ¿Quién tiene la potestad de determinar qué es negligencia?

A la vista de que la solución anterior no es sencilla, por ahora lo más recomendable, además de la planificación, formación y preparación, será contar con un buen seguro que cubra el coste del rescate.