Ha vuelto la democracia cristiana

Cristina Ares
Cristina Ares LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

KACPER PEMPEL | REUTERS

31 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los días anteriores a la elección de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea me encontraba en el Real Monasterio de Yuste, en la comarca cacereña de La Vera, donde el emperador Carlos V decidió poner fin a su camino. En tan señalado paraje tuve el placer de compartir el curso La Unión Europea y los desafíos actuales: nacionalismo, globalización, terrorismo e inmigración, con excelentes estudiantes y otros ponentes, colegas especialistas en estudios europeos y personalidades políticas como el futuro alto representante de la Unión, Josep Borrell.

El día 11 de julio, la ministra de Asuntos Sociales entre 1988 y 1993, Matilde Fernández, desde 2017 presidenta del Comité español de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), comenzaba su conferencia lamentando que en nuestro país la democracia cristiana no haya sido más que un asunto de dos familias. Entendí la reflexión, viniendo de una persona que ha hecho política desde Madrid. Sorpresa mayor me causó la respuesta observada en la conversación pública al discurso pronunciado cinco días más tarde por Von der Leyen para solicitar la confianza de la Eurocámara.

El día 16, esta política alemana nacida al sur de Bruselas presentó con indiscutible solvencia un programa cristianodemócrata de libro. Recordó el deber de asistencia a los demandantes de asilo, y defendió con convicción el modelo social europeo o la suma de la imprescindible eficiencia de la economía para generar riqueza y la culturalmente clave responsabilidad colectiva con el bienestar de cada ciudadano; esta última explica el componente redistributivo de distintas políticas, más o menos acusado en función de las tradiciones e instituciones estatales. El grueso de los analistas políticos españoles atribuyó la propuesta de Von der Leyen únicamente a sus acuerdos con distintas delegaciones nacionales integradas en los grupos parlamentarios socialista y liberal.

La democracia cristiana en primera fila de la política europea es una novedad, dada la derechización que habían experimentado muchos partidos conservadores desde la década de 1970. Esta reubicación estratégica ha coadyuvado a erosionar no solo los consensos políticos sino la esencia normativa sobre la cual, a partir de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas socialdemócratas y demócrata-cristianas habían construido los Estados de bienestar y la propia integración europea, las dos caras de una misma moneda en la mayoría de las democracias de Europa occidental. La calidad de estas democracias, entendida como la capacidad para garantizar la igualdad política, comenzó a resentirse no tanto, como cuenta la leyenda, debido al éxito de fuerzas de extrema derecha, en ocasiones populistas, sino al anterior sentimiento de abandono político provocado por el bajo rendimiento de algunos partidos conservadores y socialdemócratas, que habían dejado de hacer política para amplios sectores sociales.

El día 12, otro de los políticos ponentes en Yuste se preguntaba: «¿Cómo nos hemos podido equivocar tanto?». Como persona comprometida con la democracia, concepto al que además dedico mi vida profesional, deseo que no haya pasado el tiempo del programa de la presidenta Von der Leyen, o de la versión progresista y feminista, que habela haila, de la democracia cristiana.