Tres preguntas sin respuesta

OPINIÓN

22 jul 2019 . Actualizado a las 19:31 h.

El debate de investidura me recordó a uno de esos reality shows tan de moda en la America first de Trump, en los que unos concursantes dicharacheros y pillines, sin necesidad de amueblamiento cerebral alguno, se dedican a hacer competiciones retóricas a base de pullas, obviedades, medias verdades, frases hechas, chascarrillos y citas tomadas de Internet, para ver quien queda mejor ante un público que solo va allí a divertirse y a aplaudir, y ponerse de pie, cuando el regidor del programa se lo ordena.

Creo que, en términos políticos, el debate ha sido irrelevante, ya que nadie habló en serio del problema de gobernabilidad que atraviesa España, y menos aún de sus posibles soluciones, mientras todos se dedicaban a hacer caricaturas morbosas de sus contrincantes. En este sentido es evidente que el debate lo ganó Sánchez, que habló como si fuese uno de los astronautas que pisaron la Luna hace cincuenta años, sin necesidad de hacer pie en en ningún lugar de la Tierra. Por eso creo que quien mejor analizó la jugada fue Casado, que, aunque perdió más tiempo del necesario en hacer muchas preguntas, incluyó tres muy acertadas que ponen en su sitio la mascarada general. Veámoslas.

La pregunta esencial, hecha a un candidato que tiene amarrado el apoyo de 123 diputados, fue esta: ¿Con quién va a gobernar usted? Es un escándalo, como diría Arrimadas, que quien está negociando un Gobierno de coalición con Podemos, sus confluencias, y los independentistas, dedique la primera parte de la investidura a pedirle el voto -sabe Dios para qué- a PP y Ciudadanos. Hace falta mucha cara para eso, porque en realidad era el único tema que había que aclarar.

Con la segunda pregunta se trataba de saber por qué Sánchez habló tanto sobre el universo y su expansión indefinida, mientras retiró de su discurso cualquier alusión a Cataluña, que, además de ser el primer problema de la España de hoy -porque contamina todo el sistema-, da a entender que la llave de la gobernabilidad va a estar -en la cárcel- en manos de Junqueras.

Y la tercera pregunta fue así de múltiple: ¿por qué, después de tres meses de incuria y tacticismo político se llega al debate de investidura sin un pacto coherente? ¿Por qué en la última semana sembró tantas y tan graves dudas sobre los que antes llamada «socios preferentes» y ahora trata como 'socios inconvenientes e inevitables'? ¿Por qué utilizó al independentismo para deshacerse de Iglesias, para impulsar ahora otra mayoría Frankenstein? ¿Por qué tenía tan claro que el Gobierno debía ser monocolor, y ahora se pliega a lo que sea para seguir en la Moncloa? ¿Y por qué persiguió con tanto ahínco unas elecciones repetidas, si ahora quiere ser presidente a toda costa?

El único que hizo ayer un debate de investidura propio del candidato -explicando el qué, con quién y para qué- fue Pablo Iglesias. Estuvo soberbio, exacto, arrollador y retóricamente perfecto. Quizá para dejar bien claro por qué Sánchez le puso el veto a entrar en su pandilla de mediocres.