Vieja

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

21 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La humanidad de esta parte del mundo se afana en mantenerse joven con una compulsión grimosa; por eso contrasta el subidón con el que todos nos hemos puesto a observar cómo seremos de viejos. La aplicación de moda esta semana, agujeros de seguridad al margen, especula digitalmente con algo que solo el tiempo y tu forma de emplearlo van a determinar. La belleza adolescente destila la injusticia de las cosas que tocan por sorteo pero si con los años un ser humano se mantiene cañón es porque se lo ha currado. Confesemos que aquí todos nos hemos pasado el filtro de la vejez para encontrarnos de frente con nuestra madre, o con una prima fea de nuestra madre y que por un segundo el juego te mete en un agujero de gusano en el que ya no sabes si eres, si fuiste lo que eres o si serás lo que podías ser… Luego está también esa ligera sensación de alivio que asoma cuando te reconoces setentona, como si escrutarte siendo vieja fuese una garantía de que llegarás y que tu cadáver tendrá la edad que te mereces. Gracias a la herramienta podremos saber también qué viejo habría sido James Dean, aunque a él no le valga de nada y la propuesta sea en realidad un logaritmo sin corazón.

Es verdad que la aplicación vuelve a convertirnos a nosotros en el producto, pero ha sido imposible no caer en la trampa. Hay en ella una mezcla de vanidad inversa y una pulsión siempre insatisfecha por conseguir que alguien nos diga qué coño va a ser de nosotros. En el fondo, y por el mismo motivo inexplicable, Pujol visitaba a una bruja y se dejaba hacer. El honorable no utilizaba aplicaciones pero sí unos huevos negros que la embaucadora le pasaba por la chepa con la ingenua pretensión de anticipar el futuro. Sabido es el éxito que tuvo la meiga con sus predicciones.