27 años en el Consello de Contas

Antonio Meana González EN LÍNEA

OPINIÓN

22 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Desenvolví mi vida laboral primero como gestor y después al servicio del control de la Administración de la comunidad autónoma en el Consello de Contas.

Inicié esta andadura en abril de 1975 como funcionario interino del antiguo Instituto Nacional de Previsión (INP) con destino tanto en la delegación provincial como en agencias comarcales. El desempeño de jefe de la Agencia de Santa Marta de Ortigueira me permitió confirmar la responsabilidad y razón de ser del funcionario público al servicio de la sociedad. Más tarde como administrador del Hospital Comarcal de Monforte de Lemos participé en la puesta en funcionamiento y posterior consolidación de un hospital que fue modelo reconocido públicamente de gestión y resultados entre los hospitales de su tamaño.

En 1991 se transfiere el Insalud y se me adscribe al Sergas. En enero de 1992 tomo posesión en el Consello de Contas de Galicia como técnico de auditoría, puesto en el que permanezco el resto de mi vida laboral, lo que supone un vuelco en mi cometido pasando de tareas de gestión a tareas de control.

En estos años pude comprobar cómo la institución evolucionó positivamente alcanzando un reconocimiento tanto del Parlamento de Galicia, destinatario de nuestros informes de auditoría, como de la sociedad en general. No me queda duda de que nuestro trabajo tuvo la difusión y notoriedad suficiente para mejorar la gestión pública. Destacó en esta labor el gran capital humano que presta servicios en esta institución. A pesar de su profesionalidad e ilusión inicial, la falta de expectativas de crecimiento profesional y desarrollo de su carrera profesional hace que se encuentre actualmente sin mejores perspectivas viendo que su trabajo no tiene la compensación profesional adecuada.

En mi opinión, desde el principio, el Consello de Contas siempre luchó por las buenas prácticas y buen funcionamiento de la Administración, mostrando aquellas actuaciones irregulares y prácticas inadecuadas que podrían facilitar posibles casos de corrupción, y recomendando en los informes las medidas a tomar para evitarlas. Solamente las reservas del poder político a ser corregido y enmendado por una institución de control, como es el Consello de Contas, evitaron un mayor eco y sanción de algunas conductas y unos resultados más efectivos. La labor del Consello fue muy eficaz en estos años en la tarea de concienciación a la Administración de la necesidad y obligatoriedad de rendir sus cuentas y es notorio en este sentido el avance en el cumplimiento de la legalidad desde el inicio de actividades del Consello.

En agosto de 2015, con la ley de reforma y sin ampliar plantilla, al Consello se le atribuyen formalmente funciones específicas para esta lucha anticorrupción en colaboración con la Administración pública siendo el único órgano de control en todo el estado español que asume esta competencia. A mi juicio, una fiscalización como la realizada con recomendaciones adecuadamente atendidas por los responsables políticos de la gestión hubiera sido el mejor antídoto contra la corrupción. No hay más que ver informes como a Cidade da Cultura, Formación para o emprego, Xestión de Ingresos do Sergas, Contratación… para advertir que el Consello de Contas lleva alertando contra prácticas irregulares desde el inicio de su andadura. Ahora se le encomienda la prevención de estas prácticas como órgano colaborador de la Administración antes que fiscalizador. Yo lo tomo como un reconocimiento a la labor fiscalizadora realizada y una oportunidad para ser más útiles a la sociedad.

Una vez más, solo la experiencia y conocimientos del personal del Consello es garantía del cumplimiento de los objetivos fijados y responsabilidades asumidas.