La precarización de los superhéroes

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado VUELTA DE HOJA

OPINIÓN

ED

14 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando yo era pequeño, los niños teníamos aspiraciones profesionales que luego resultaron ser poco realistas. Nosotros, que vivíamos en la era dorada de las series del oeste en televisión (Bonanza, El Virginiano), queríamos ser cowboys, mientras que ellas querían ser princesas. No sabíamos que ni la ganadería ni la monarquía tenían demasiado futuro. Nuestros padres, por su parte, nos decían que estudiásemos una carrera -«…luego ya cuidarás ganado en tus ratos libres» o «…ya vivirás en un palacio»-. Pero, salvo contadísimas excepciones, ni fue así ni aquellas carreras que nos recomendaban nuestros padres resultaron tener un futuro mucho mejor que el mundo de la realeza o el agropecuario.

He estado mirando la cuestión, y veo que los trabajos más demandados del futuro estarán relacionados con Internet. Lo que me parece una interesante paradoja, porque es Internet, a su vez, lo que está dejando sin trabajo a millones de personas en la actualidad.

Lo he mirado porque, en su cuarto cumpleaños, mi hijo me preguntó qué tiene que hacer para ser Spiderman. Seriamente, como profesión. No supe muy bien qué responder. En mi infancia, me atraían más los antihéroes, como Mortadelo y Filemón, o Rompetechos. Estoy lo suficientemente enterado, eso sí, como para saber que Spiderman adquiere sus poderes mediante la picadura de una araña. Pero dudo que eso otorgue la capacitación laboral. A mí me pican bichos todos los veranos y, salvo en un sentido figurado cuando llega la factura de la luz, no me subo por las paredes.

«Supongo que primero tendrás que sacar una plaza de héroe interino», aventuré sin demasiado convicción, «y luego tendrás que esperar a que salga la plaza de superhéroe en un concurso de méritos amañado que tenga tu perfil exacto». Así habría sido en mis tiempos. Luego se me ocurrió que ahora habrá que tener además una formación que cueste un ojo de la cara en un centro privado bilingüe, con un laberinto de asignaturas opcionales, créditos, cursos en el extranjero y trabajos en equipo realizados en una tableta y entregados en forma de DVD con una presentación copiada de Internet.

Podría haberle dicho aquello de «estudia una carrera y ya serás superhéroe en tus ratos libres», pero, por lo que veo, la mayoría ya lo son a tiempo parcial, u oscilan entre el diletantismo y la precariedad. Batman es un millonario. Iron Man está en la empresa privada, en el no muy respetable ramo de la fabricación de armamento. Aunque nadie lo diría por su aspecto, el más formado es El Increíble Hulk, que tiene un doctorado en Físicas, como Angela Merkel. Daredevil estudió derecho. El Capitán América original era dibujante de cómics. Capitana América está ahí en virtud de las leyes de paridad. Spiderman es fotógrafo de prensa, una profesión en declive. ¿Y Superman? Se gana la vida como periodista, lo que parece un anacronismo, porque, hoy en día, alguien que consiga ganarse la vida de periodista, incluso si no hace nada más, es el auténtico superhéroe.

En fin. Recuerdo que en el carnaval fui al colegio de Martín a contemplar el desfile de disfraces. Me pareció ver a la mayoría de las niñas disfrazadas de princesas, o de Frozen, o cómo se llame; pero supongo que iban obligadas porque en los murales que hicieron el Día de la Mujer estaba claro que su gran inspiración es Madame Curie. Entre los niños, conté una veintena de Spiderman pequeñitos con sus disfraces azules y rojos, la telaraña en la cara y los ojos enormes en blanco; la pesadilla de un fóbico. Una veintena. Tengo que explicárselo a Martín: esa profesión va a estar muy saturada en el futuro.