Cuento de verano

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

07 jul 2019 . Actualizado a las 08:41 h.

Aquel verano no era generoso en tragos de sol y temperatura pero fueron a la playa como todos los años a inaugurar las vacaciones. Hacía tiempo que veraneaban juntos en el mismo puerto de mar, y algunos de ellos solo se veían durante esos días. Llevaron la nevera, la mesa plegable, las tortillas, el tinto de verano, las cervezas y los más audaces pagaron con una cianosis el primer baño bravucón. Comieron, bebieron y se hicieron fotos.

Entretenía la mirada un hipnótico atardecer de las tierras de poniente mientras la pandilla compartía gintonics mirando el móvil y viendo la puesta; en una de las fotos se veía a Sara y Andrés haciendo esos escorzos ridículos que hacemos cuando nos hacen fotos.

«Mira, mira -decía el resto-: ¡qué graciosos estáis! A Sara le han salido las piernas un poco gordas», comentó él.

Ahí comenzó el tormento.

-¿Tú crees que tengo las piernas gordas?, dijo ella.

-¿Qué?, contestó Andrés.

-Dijiste que tenía las piernas gordas.

- No dije que tuvieras las piernas gordas, dije que habías salido con las piernas gordas.

-¿Y crees que las tengo gordas de verdad?

Rompía la noche una fuente de churrasco cuando Sara le susurró complicemente a Alicia: «¿A ti te parece que tengo las piernas gordas?»

-¿Quién, tú? Qué más quisiera yo que tener tus piernas, guapa: engordaste un poquito, pero sigues estando estupenda.

Aquello entró como un obús de fragmentación en la mente de Sara. Estoy gorda, todos lo ven y nadie me dice nada; seguro que mi cara, mis brazos, mi tripa... todo está horriblemente gordo y no lo veo.

-¡A ver, chicos, vamos a jugar al juego de la verdad! -alentó Carlitos-. Se puede preguntar de todo, pero hay que decir la verdad bajo pena de diez años de mal sexo para quien mienta.

-Empiezo yo -se adelantó Sara-, la pregunta va para Javi: ¿tú crees que tengo las piernas gordas?

-!Guauuuuu! -contestó Javi estirando el morro con gesto torero- para nada, sigues estando cañón.

-¿No han cambiado en nada desde que nos conocemos? -insistió Sara.

-!Que va! estas un poco más rellenita, pero igual de buena.

Después de aquel verano Sara no fue la misma, se pasó el resto de la vida obsesionada con encontrar un espejo que no mintiera, que le devolviera siempre la verdad de sus piernas pero no fue capaz de conseguirlo, mirase donde se mirase, siempre veía reflejada la misma duda: «¿Será verdad que las tengo más gordas?» Dudaba si esa imagen era real o impostada ante ojos de los demás que jamás le desvelarían la auténtica verdad.

A partir de ahí no paró de engordar preguntando a todo el mundo: «¿Me veis las piernas gordas?»

Todos lo seguían negando.