Ayer mismo, como quien dice, nos estábamos mofando de los italianos por la mala costumbre de solventar las desavenencias políticas con la repetición de las elecciones. Y de los griegos y turcos que también fueron convocados como solución a los desacuerdos. Y hoy parece como si hubiésemos adoptado el modelo porque, tal y como está la situación y si nadie lo remedia, las posibilidades de repetición de los comicios crecen con el paso de las horas. Una vez más.
Y los menos preocupados por una repetición electoral, según los sondeos, son el propio Pedro Sánchez y Pablo Casado, que incluso se verían beneficiados en las urnas. Los demás saldrían peor de lo que están, también Iglesias que en este momento es quien aprieta al presidente buscando sillones en el Consejo de Ministros, esgrimiendo sus 42 diputados. Claro que cuando tenía 71 se autonombró vicepresidente y se hizo cargo del CNI, entre otras responsabilidades.
Sánchez está solo. Aislado y desorientado. Echando un pulso que, convencido está, hará que Iglesias acepte su propuesta de «Gobierno de cooperación». De Alberto Carlos Rivera no aguarda ni un saludo. El líder de los naranjitos se pasa el día, frenando rebeliones y asegurando que ejercerá como leal jefe de la oposición. Por lo visto sigue sin enterarse de que el líder de la oposición es Casado.
Después de tan largo período de inestabilidad política, unas nuevas elecciones no es lo conveniente. Más si tenemos en cuenta que en octubre deberíamos de disponer de un Gobierno estable y sólido ante el probable incremento de tensión por la sentencia del procés. Y porque, además, no parece que unos nuevos comicios vayan a cambiar sustancialmente el panorama actual. Volvería a ganar Pedro Sánchez sin la mayoría suficiente para ser presidente.
Lo mejor es cerrar capítulo y que muestren, por una vez, sentido de la responsabilidad. Claro que hay que tener en cuenta que todo se pega. Y con la influencia del carácter mediterráneo.