Ciudadanos y la farsa de la investidura

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

26 jun 2019 . Actualizado a las 07:47 h.

La campaña, hoy atronadora, lanzada contra Ciudadanos por tierra, mar y aire da plena verosimilitud a la teoría de que, con su habitual marrullería, Sánchez ha encontrado en Rivera al gran culpable que precisaba para justificar una decisión que, en realidad, había adoptado previamente: gobernar con la mayoría que, censura mediante, lo hizo presidente. Expliquémoslo.

 1. No es verdad que la situación de Sánchez en el 2019 sea la de Rajoy en el 2015. El candidato del PP carecía de toda posibilidad de ser investido sin la abstención del PSOE, cuyo voto negativo conducía ineludiblemente, como de hecho sucedió, a nuevas elecciones. La situación de Sánchez resulta incomparable.

2. No es verdad que la abstención de Ciudadanos fuera, tras el 28 de abril, la única alternativa de Sánchez para ser investido sin el sostén del separatismo catalán. El candidato del PSOE pudo haber intentado seguir en la Moncloa con sus diputados más los de Podemos (42), PNV (6), Coalición Canaria (2), Navarra Suma (2), Compromís (1) y Partido Regionalista de Cantabria (1), todos ellos abiertos a apoyarlo: un total de 177 escaños, uno más de los necesarios para ser elegido por mayoría absoluta en la primera votación.

3. Y no es verdad que el hecho de que esa opción no cuajara sea imputable a alguien diferente del PSOE. Han sido los socialistas quienes pactando con Bildu y el PNV han arrebatado el Gobierno regional a Navarra Suma, enajenándose dos votos cruciales para una investidura sin los separatistas. Y han sido los socialistas los que han hecho igual en Canarias: forjar un pacto que les hace perder otros dos votos cruciales para una investidura sin la hipoteca de ERC.

Por eso, es más que verosímil maliciarse que el PSOE ha perdido sin inmutarse esos cuatro diputados tras haber decidido de antemano intentar la investidura con el apoyo de Podemos, el PNV, Compromís y los regionalistas cántabros (173 diputados) y con la complicidad (desconocemos a qué precio) del grupo ERC. Para venderlo era necesario, sin embargo, una gran operación de distracción: convertir a Rivera en el enemigo público número uno, responsabilizándolo de la frustración de un pacto de gobierno que el PSOE jamás ha ofrecido a Ciudadanos, pues la exigencia de Sánchez es que se abstenga a cambio de nada y le deje manos libres para ejecutar a discreción hoy una política y mañana la contraria. Por no hacerlo, se ha inventado el fraude de que Rivera ha echado a los socialistas en manos de los separatistas.

Quienes lo han comprado -unos por ingenuidad, otros por un partidismo mal disimulado bajo la coartada de los intereses generales- han salido en defensa de la farsa montada por Sánchez, como ya lo hicieran a favor de una censura vergonzosa que se hizo realidad con idénticos apoyos: antes con la coartada de echar al PP para regenerar la democracia y ahora con el trampantojo de la demonización de Ciudadanos.