Irán en el punto de mira

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

23 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Irán es, desde hace décadas, objeto de la animadversión de gran parte de la comunidad internacional. Obviamente, la revolución islámica de 1979, que llevó al poder a Jomeini e instauró una teocracia chíita, tiene mucho que ver. No ayudó nada la posterior crisis de los rehenes en la embajada estadounidense de Teherán. Pero, quizás, la gota que colmó el vaso fue la guerra que mantuvo con Irak entre 1980 y 1988 y que posicionó a ese país del lado de los malos. 

Lo cierto es que, desde finales del siglo XIX y en las dos primeras décadas del XX, la antigua Persia fue objeto de disputa entre el imperio ruso y el británico. La debilidad de la dinastía Qajar permitió que un oficial militar muy popular, Reza Savad-Koohi, tuviera éxito en su golpe de estado de 1921, lo que, tras algunos años de enfrentamientos, le llevaría al trono y a su nombramiento como nuevo sha de Irán. Tras su derrocamiento en 1925 y el ascenso de su hijo Mohamed Reza, las relaciones de Irán con occidente mejoraron sustancialmente hasta el punto de que eran muchos los iraníes que sentían que su país era gobernado por Gran Bretaña y EE.UU., y que la riqueza derivada del petróleo solo beneficiaba a una élite reducida. Ello propició que la población apoyara un golpe de estado en 1979.

A partir de entonces, el afán por liderar el mundo musulmán le ha granjeado la enemistad de todos los países árabes; la financiación a grupos terroristas como Hezbolá y la continua amenaza a Israel, el apoyo al régimen de Al Asad en Siria y a los hutíes en Yemen, así como su vocación por desarrollar armas nucleares, ha provocado un duro embargo internacional y su progresivo aislamiento. La tensión por la demarcación fronteriza a lo largo del golfo Pérsico, que se ha saldado con ataques a varios petroleros y el derribo de un dron norteamericano hace unos días, no ha hecho sino poner en el punto de mira a este país, y solo la marcha atrás de Trump ha impedido que sufriera un ataque que podría haber supuesto el inicio de una nueva guerra. Por fortuna, ha imperado la cordura aunque no sepamos por cuanto tiempo.