Política «viejoven»

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

19 jun 2019 . Actualizado a las 08:13 h.

Hay quien se declara viejoven. Son esas personas que sienten que, a pesar de su edad, encajan con ciertos gustos y comportamientos propios de un pasado que ni siquiera han vivido. Lo que ignorábamos es que la palabra viejoven, una de esas que acabará admitiendo la RAE cuando ya nadie la use, sirve también para los nuevos partidos políticos.

Esos que, con cada paso electoral, demuestran que no son inmunes a los virus que diezman la credibilidad de las formaciones clásicas, los que no iban a perder el tiempo en luchas intestinas ni en el mercadeo de sillones ni en pactos contra natura. La frescura es gratis, no hay miedo a abrir las ventanas y la puerta cuando no hay nada que perder. Después de las generales y de la subasta municipal, de esta lonja de los ayuntamientos, todos tienen mucho que callar (los primeros y los últimos; los de siempre y los de ahora). Sobre todo deberían sonrojarse los líderes, que van dejando un rastro de papeletas mojadas, convertidos en Pulgarcitos de las contradicciones.

Mucha promesa. Muchas líneas rojas y zonas verdes. Muchos puños cerrados y mentes abiertas. Muchas alforjas para este viaje. Porque, cuando acaba la música del recuento, todo el mundo corre a sentarse en una silla. Con los resultados es como si un inmutable dios de la política batiera palmas y espolear al tiempo a los candidatos y a los votantes y devolverlos a la realidad. Venga, que se acabó el embobamiento de la campaña. Que hay que espabilar para pillar cacho. Que la clave unas veces es la lista más votada y otras el listo con menos votos. Y cuando se despertaron, las diputaciones todavía seguían allí.