Vencedores y derrotados

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

28 may 2019 . Actualizado a las 07:52 h.

Lo escribía ayer: hay victorias, incluso contundentes, que dejan un cierto regusto amargo en el paladar. Caso del PSOE. Y hay derrotas, incluso estrepitosas, que hallan consuelo -y hasta desatan injustificadas euforias- porque permiten conservar determinadas cuotas de poder. Caso del PP. Introduzco hoy una nueva categoría: hay derrotas a palo seco, sin paliativos ni bálsamos, como las experimentadas por Podemos y Ciudadanos. Estas, obviamente, son las más paralizantes, porque anuncian un horizonte de negros presagios que solo puede ser esquivado tras responder adecuadamente a la pregunta crucial: ¿qué hice tan mal para merecer esto?

La jornada electoral del domingo se saldó con un triunfo indiscutible del PSOE en los ámbitos europeo, municipal y autonómico. Pero, además, la ola de Sánchez superó el nivel alcanzado en las pasadas generales. Continuó creciendo en el interregno entre las dos convocatorias electorales. Si el pasado 28 de abril obtuvo el 28,7 % del voto, en las elecciones europeas y municipales rebasó ampliamente la cota del 30 %. Cuatro puntos más en las primeras y 2,7 puntos adicionales en las segundas. Ganó en diez de las doce autonomías convocadas a las urnas, en nueve de ellas con más votos que los obtenidos un mes antes y en dos -Extremadura y Castilla-La Mancha- con porcentajes superiores al 44 %.

El trago amargo: el avance del PSOE no se traducirá previsiblemente en un incremento automático y similar de su cuota de poder territorial y resulta insuficiente para reconquistar feudos de la derecha como la Comunidad de Madrid.

Si el vaho empaña el cristal del éxito socialista, la derrota del PP fue dulce. Sus resultados, pésimos pero mejores que los de sus competidores directos, agrandan la distancia con un Ciudadanos que le pisaba los talones, dan carpetazo a la disputa por el liderazgo de la oposición, le permiten conservar bastiones emblemáticos como Madrid y otras plazas, recuperar el bastón de mando en el ayuntamiento de la capital y salvar de momento el pellejo de su líder. Gratificante botín para un perdedor.

A diferencia del PP, no existe adjetivo ni consuelo para la derrota de Unidas Podemos y de Ciudadanos. El partido de Pablo Iglesias se desmorona y parece abocado a convertirse en una fuerza auxiliar, cada vez menos necesaria e influyente, de los socialistas: el papel que antaño desempeñaba Izquierda Unida.

La formación de Albert Rivera abandonó el centro del tablero, cerró las puertas de su izquierda y apostó todo su capital a la carta de liderar la derecha. Y perdió. Llevaba camino de convertirse en fabricante de muletas para disimular la cojera del PP, pero ayer amagó con iniciar el camino de retorno: Inés Arrimadas entreabrió la puerta a la negociación con el PSOE en algunas comunidades o municipios. ¿Fin del veto o simple pose? Quizá comprendió, por fin, que con su cordón sanitario a Sánchez y sus flirteos con Vox estaba cavando su propia tumba. Tiempo habrá para estudiar el alcance de este enésimo viraje en su errático rumbo.