Galicia sabe lo que quiere. Las fuerzas políticas que tendrán representación en los 313 ayuntamientos gallegos están en el espectro político de la derecha, del centro y de la izquierda. El bipartidismo desapareció después de tantos fracasos sociales, de tantas desilusiones y de tanta corrupción.
Y Galicia sabe también lo que no quiere: hacer apología del pasado glorioso de imperio español, acabar con la España de las autonomías, con los idiomas cooficiales, con la ilegalización de partidos o asociaciones que persigan la destrucción de la unidad territorial de la nación y de su soberanía y acabar con los inmigrantes y con los refugiados.
Galicia está a favor de aquellas posiciones que persiguen y quieren acabar con los asesinatos de mujeres en manos de sus maridos, parejas o ex parejas (prácticamente fallecieron mil mujeres desde el 2003, año en el que comenzaron las estadísticas). Reconoce a los colectivos feministas, y los respeta porque no son, como califican algunos extremistas, “un enemigo natural de su proyecto político». Galicia reconoce y abraza a las familias de un miembro, de dos, de tres, de cuatro, de cinco o de veinticinco. También a las monoparentales, a las personas bisexuales y homosexuales… Aplaude los avances en investigación reproductiva; reconoce el trabajo de la mujer -el matriarcado se gestó en esta tierra gallega-, su fortaleza y la importancia de su presencia en los hogares y en los centros de trabajo.
Galicia es una tierra plural, diferente y equilibrada (a los resultados me remito). Sabe lo que quiere, y lo que no quiere, y apuesta por el respeto al de enfrente.
¿Dónde está Vox?