El maltrato y el asesinato de mujeres en manos de sus parejas asola día tras día a la sociedad. En lo que va de año, ya van 20 mujeres asesinadas y se elevan a prácticamente mil desde que se comenzaron a registrar estadísticas de esta gravísima realidad en el 2003. Dos expertas reconocidas dan respuesta a las preguntas de este debate.

La Guardia Civil detuvo el año pasado en Galicia a 1.300 agresores machistas y dio cobertura a 1.600 víctimas. Desde que se tienen estadísticas, mil mujeres encontraron la muerte en manos de sus parejas o exparejas. Yolanda Besteiro de la Fuente, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas, y Maria Ángeles Jaime de Pablo, presidenta de la Asociación de Juristas Themis, responden a la siguiente pregunta: ¿son suficientes las medidas que existen para acabar con la violencia de género?


Queda todavía mucho por hacer ante el asesinato

La única causa de que las mujeres sigan sufriendo agresiones en el ámbito de la pareja, de la familia, en la calle, en los espacios de ocio, en sus puestos de trabajo, etcétera es la desigualdad histórica entre hombres y mujeres, determinada la exclusión de las mujeres del espacio público y el patrón de dominio-sumisión, que ha regido sus relaciones en el ámbito de pareja y familiar.

Esta reflexión lleva a señalar que el primer reto pendiente para la erradicación de la violencia se encuentra en el ámbito de la educación para formar en igualdad y en una resolución pacífica de conflictos. El impulso a la educación afectiva sexual y en igualdad es una de las medidas del Pacto de Estado contra la Violencia, pero está pendiente de concreción y desarrollo en el marco estatal dentro del gran pacto educativo entre distintas fuerzas políticas. Por él se viene clamando en vano desde distintos sectores desde hace años.

La segunda cuestión pendiente es la extensión a otros ámbitos de las medidas integrales de prevención, protección y recuperación previstas en la Ley Orgánica contra la Violencia de Género tan solo para el ámbito de la pareja o ex pareja. Que nuestro Parlamento se haya convertido en un escenario más de confrontación teatral entre nacionalismos identitarios, que de debate respetuoso, profundo y fructífero desde posiciones ideológicas distintas, tiene mucho que ver con la falta de desarrollo de propuestas legislativas respecto a las violencias sexuales o a la trata con fines de explotación sexual o laboral.

Por último, no podemos olvidar la sensación de fracaso cuando nos sacude emocionalmente la noticia de una mujer asesinada a manos de su pareja o ex pareja o como consecuencia de un ataque a su libertad sexual cuando el autor tiene antecedentes de comisión de delitos similares. Fracaso en la detección de aquellas casos en que las víctimas, tras sufrir agresiones más o menos graves durante una media de 9 años, son asesinadas sin siquiera haber pedido protección a través de una denuncia (75 % de los casos), y fracaso aún mayor cuando la víctima sí ha denunciado (25 % restante). En el primer caso, una de las vías para evitar estas «crónicas de una muerte anunciada» son la mayor formación y sensibilización de la población y de los profesionales de la sanidad, la educación y los servicios sociales, de forma que se incremente el porcentaje de denuncias interpuesto por personas del entorno de la víctima que tienen constancia de sólidos indicios de agresiones sexistas. En el segundo, se trataría de dotar de suficientes recursos materiales y humanos a los juzgados para que desde la medicina y psicología forenses se apliquen instrumentos de predicción del riesgo de que el autor cometa nuevas agresiones y valoren su gravedad de las cometidas. El objetivo es articular medidas de protección adecuadas y proporcionales al riesgo detectado, desde las más leves y habituales de la prohibición de acercamiento y comunicación hasta las más rigurosas de prisión provisional, custodia policial, restricción de beneficios penitenciarios o libertad vigilada. Y en todo caso, incorporar la perspectiva de género en la práctica judicial, de forma que no quepa reprochar sesgo ideológico machista a las decisiones judiciales como viene denunciando el activismo feminista y, singularmente, desde nuestra asociación.

Autor M.ª Ángeles Jaime de Pablo Presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis

Medidas reales, urgentes y necesarias frente a la sangría

Partamos de la premisa de que todas las medidas posibles para luchar contra la violencia de género son siempre necesarias, y tras asistir a la sangría casi diaria de mujeres en nuestro país, son más que urgentes; por lo tanto preguntarnos si las acciones hasta ahora llevadas a cabo para erradicar este problema social son insuficientes requiere de una contestación meditada. Disponemos de un marco normativo modelo desde el 2004, y desde el 2018 por fin, de una mano ejecutora u operativa de dicha ley a través del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Todo suma, y 200 medidas bien aplicadas más. También hay que reconocer que de un pacto de esta envergadura es esperable que no sea solo un conjunto de medidas, sino acciones concretas encaminadas a una mayor protección de las mujeres y de sus hijos e hijas con la correspondiente dotación presupuestaria, para que sean atendidas y protegidas por profesionales previamente formados desde una primera fase, y por ende recuperen la confianza en el sistema que quizás nunca tuvieron.

Ahora bien, junto a cualquier medida a aplicar en la atención integral no podemos olvidar las que deben llevarse a cabo para prevenir y sensibilizar, ya que según constatan varios estudios, existe todavía un porcentaje alto de la población, que a pesar de estar en contra de la violencia de género, no identifica como tal distintas formas de maltrato psicológico como las conductas de control o desvalorización de la mujer. Así mismo persisten mitos como el del amor romántico que llevan a relaciones poco sanas y desiguales. La prevención contra esta problemática pasa siempre por educar en la igualdad, considerando a niños y niñas como personas con los mismos derechos y obligaciones. Ofrecer modelos igualitarios basados en el respeto, la tolerancia, la resolución de problemas de forma pacífica, o romper con los roles y estereotipos sexistas son las mejores vías para educar a personas alejadas de posibles relaciones de maltrato.

Por todo ello, todos y todas tenemos la responsabilidad de desterrar la idea asumida de que la violencia de género existe pero que es muy difícil erradicarla. El cambio, con medidas reales, urgentes y necesarias, exige también un sobreesfuerzo mayor de transformar esa normalidad que lo ampara. El machismo necesita del silencio y de la desigualdad, y la desigualdad se ejerce mediante la violencia; por tanto, hay que alzar la voz todos y cada uno de los días para decir que podemos y debemos erradicar la violencia de género.

Autor Yolanda Besteiro de la Fuente Presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas
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¿Cree que son suficientes las medidas que existen para acabar con la violencia de género?