Un inquietante brote de anarquía

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Eduardo Parra - Europa Press

23 may 2019 . Actualizado a las 08:21 h.

De todo lo dicho estos frenéticos días de reivindicaciones republicanas, resurrecciones valleinclanescas, juramentos hipócritas y pateos diversos, hay dos frases que deseo resaltar. Una es «tenemos que hablar», de Junqueras a Sánchez, aunque las tres palabras se agotan en sí mismas porque no sabemos cómo se podrían ver un preso y un jefe de Gobierno, ni conocemos la intención dialogante del todavía diputado catalán. La dejo, por tanto, en la carpeta provisional de expectativas abiertas con la esperanza de que lo de Junqueras no sea lo que Torra puso en los famosos 21 puntos que le entregó a Sánchez y Sánchez nunca confesó.

La otra frase es precisamente del personaje que acabo de citar, el señor Torra, que al hablar de los presos diputados dijo: «Fueron elegidos por el pueblo y solo faltaría que fuesen suspendidos». Es una versión actualizada de una de sus tesis más conocidas: la democracia está por encima de la ley. Como Junqueras y compañía fueron elegidos democráticamente, no se les puede aplicar la Ley de Enjuiciamiento Criminal ni el Reglamento del Congreso. Aunque estén acusados del gravísimo delito de rebelión, la voz del pueblo expresada en las urnas los cubre con un manto de impunidad contra el que nada puede hacer el Estado de derecho. «Solo eso faltaría», dice el presidente de la Generalitat, que ni siquiera apela a la presunción de inocencia de quienes están en prisión preventiva. No se puede suspender a un elegido por el pueblo y punto.

La tesis fue suscrita por Pablo Iglesias desde Vigo, adonde acudió a respaldar la huelga de PSA. Torra ya tiene la primera adhesión de un político de otro partido que, además, reiteró su deseo de formar parte de un gobierno de coalición. No es ninguna anécdota, porque Iglesias supongo que marca la línea de los dos representantes de Podemos en la Mesa del Congreso que, por el momento, tendrá la última palabra sobre la suspensión de los diputados procesados, aunque trate de devolver la pelota al Tribunal Supremo.

Estamos, una vez más, ante un conflicto de legitimidades que lleva dentro un ingrediente de menosprecio a las leyes. Esto es lo grave. Si estuviésemos ante un vacío legal, no habría nada que discutir. Pero en este caso ese vacío no existe. Con lo cual, Torra e Iglesias se mueven fuera de la legalidad. Los procesados y la parte de pueblo que los votó merecen todo respeto, pero la ley también merece alguno. El Estado la cumple al dejarles tomar posesión de sus escaños. La cumple también al dar el paso siguiente, que es la suspensión. Ya hemos escrito días atrás que hay mucha incoherencia en esto, pero es la ley. Si dirigentes políticos empiezan por ignorarla, estamos ante un inquietante brote de anarquía.