La muerte civil de Miquel Iceta

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

16 may 2019 . Actualizado a las 10:26 h.

Cuando comenté en estas páginas la «jugada» de Pedro Sánchez de colocar a Miquel Iceta en la presidencia del Senado, me equivoqué. Pero, dicho sea en mi descargo, no me equivoqué más que el presidente del Gobierno: ambos -y mucha más gente- creímos que en política existía el fair play y que las tradiciones políticas se respetaban. Una de esas tradiciones, que en la práctica tiene fuerza de ley, dice que cuando un partido presenta un candidato a senador se le vota sin preguntar, porque es derecho de ese partido proponer a quien desee. No contábamos ni podíamos contar con que los independentistas catalanes se pasasen por el forro esa norma no escrita, de la misma forma que se pasan por el forro las normas escritas, empezando por la Constitución.

 Y así, si no se produce un cambio de última hora, hoy la candidatura del señor Iceta será derrotada en el Parlamento catalán. Como mucho, habrá un empate a 65, que dará el mismo resultado porque se requieren más síes que noes. No hay precedente de una actuación como esta. Lo de menos es que Iceta no sea senador. Lo trascendente es que se rompe un principio de convivencia política. Es posible que Sánchez se haya equivocado al anunciar la presidencia del Senado.

Es posible que tuviese mala información sobre la actitud de Esquerra, el PDECat y la CUP. Es posible todo. Pero la actitud de estos partidos pone de relieve cómo son, cómo piensan y cuáles son sus prioridades y sus rencores. Y miren: no se ponen contra Iceta por ser socialista: al fin y al cabo, tendrá que haber un senador del PSC una vez que Montilla dimitió. Se oponen porque, según dijo el vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés, Iceta no tuvo el gesto de visitar a los políticos presos, como si eso fuese una obligación para estar en política. Y se oponen porque Iceta estuvo a favor de la aplicación del 155 y no se lo perdonan. Lo tienen archivado como un agravio de Cataluña, que para ellos es como agraviar a Dios. Todo lo que dijeron de que querían un presidente del Senado dialogante es mentira, porque no existe un constitucionalista más dispuesto al diálogo que Iceta. Y se lo cargan. A los separatistas catalanes les viene mejor un tipo intransigente para poder seguir hablando del Estado opresor.

Pido disculpas por la odiosa comparación que voy a hacer, porque en el independentismo catalán no hay pistolas. Su bandera es la del pacifismo, aunque solo sea para ganar simpatías en Europa e intentar defenderse en los tribunales. En Cataluña no hay terrorismo, pero conviene tener memoria para una lección histórica: ETA, que buscaba la independencia de Euskadi, se cargó a Ernest Lluch por propiciar el diálogo. A Miguel Iceta lo condenan a una muerte civil.