La soledad

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

28 abr 2019 . Actualizado a las 16:08 h.

Los forenses dictaminaron que había muerto hacía algo mas de cinco años. Los bomberos que forzaron la puerta de entrada de la vivienda, la encontraron tirada en el suelo de la cocina. Estaba momificada y la descomposición del cadáver muy avanzada. Vivía sola, en el momento de su fallecimiento tenía ochenta y tres años, era psicóloga y estaba jubilada, su piso estaba en uno de los barrios mas burgueses de Madrid, el de Salamanca. Su familia mas cercana, dos sobrinos viven fuera de España. Estaba sola.

Como solas están dos millones de personas mayores en España que no comparten su vida con nadie. Siete de cada diez son mujeres, el 72 %, y en Madrid 130.000 mayores de 65 años viven en completa soledad.

Es epidémica, una pandemia que afecta a las personas mayores, las que ya están viviendo en el invierno de la vida.

Su vida, la de la fallecida que protagoniza este articulo, se resume en unas siglas de su nombre y apellidos, que encubren el anonimato. En la jornada de reflexión que antecede al domingo electoral, yo quiero reflexionar sobre los estragos que ocasiona la soledad no elegida. La España vacía, o vaciada, también está en nuestras ciudades, en los edificios en los que vivimos, en la escasa o nula relación con los vecinos de quienes no sabemos mucho mas que su nombre escrito en los buzones.

Es insólito que nadie haya echado de menos a esta mujer durante cinco años, que sus amigos y conocidos no se alarmaran ante su silencio telefónico, es inaudito que nadie se inquietara ante el exceso de correspondencia que rebosaba el casillero de correos de su edificio, que no observaran la luz permanentemente apagada en su vivienda durante un lustro, que en la tienda de la esquina, en la panadería, no se sorprendieran con su ausencia, que su banco no indagara el porqué no retiraba dinero de forma periódica, es brutalmente insolidario que ni siquiera por Navidad sus sobrinos se interesaran por ella.

Escribió Machado, que un corazón solitario no es un corazón.Y todo ello nos lleva a repensar la vida que estamos viviendo. La soledad no elegida es escuchar el eco de tu voz cuando nadie contesta, es ,como señalaba Borges, estar solo y que no haya nadie en el espejo, es ejercitar una rutina cotidiana poblada de silencios.

La soledad es una daga que se va clavando poco a poco en el centro de nuestro pecho, sin que podamos arrancarla.

Noticias como esta, la muerte de una anciana que no tuvo quien la amortajara, estremecen el día a día de quienes reivindicamos el auxilio de la compañía, de quienes exigimos humanizar nuestras relaciones afectivas y sociales, de quienes estamos dispuestos a combatir la soledad que no hemos elegido.

En ninguno de los programas electorales hay una línea contra la indefensión que provoca hablar sin que nadie te escuche, hasta convertir las palabras en inexplicables silencios.

La soledad no tiene un discurso y es muda, no contesta los buenos días cuando nace la mañana. Vaya mi recuerdo piadoso para esa mujer que ha fallecido hace, mas o menos cinco años según el dictamen de los forenses.