Foto de una España más radicalizada

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

10 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Hubo un tiempo en que el barómetro del CIS era la biblia demoscópica. Aunque al final se equivocase, marcaba la tendencia del voto y todo el mundo lo respetaba. Ahora solo se respeta el número de personas que han sido entrevistadas y se desconfía de las intenciones y de los criterios de la cocina con que se elaboraron los datos finales. Culpables de esa desconfianza, los antecedentes de esas encuestas desde que el PSOE llegó al poder y la militancia activa del señor Tezanos. Dicho en otras palabras: el barómetro se recibe con toda prevención, porque ni los más expertos saben distinguir si el CIS se difunde para expresar una realidad sociológica o para inducir el voto en determinada dirección.

 Este cronista, que siempre recibió los trabajos de Tezanos con una duda («¿y si fuesen verdad?») prefiere quedarse con la parte más favorable al CIS: retrata la realidad que encontró. ¿Y cuál es esa realidad? Que el mapa político de España se radicaliza. Entiéndase por radicalizar la subida de partidos situados en los extremos: Vox, en la derecha, que hace una aparición espectacular, y en la izquierda, la ascensión de Bildu y Esquerra Republicana, apenas compensadas por el descenso de Unidas Podemos o la caída de En Marea. Si todo se confirma, tendremos un Parlamento más tenso y peleón y ya veremos si gobernable.

Lo demás es pura lógica: son castigados los partidos que más errores cometieron y es premiado quien más acertó en su estrategia. Parece increíble que Pedro Sánchez, el presidente más vapuleado por la opinión política y la publicada sea premiado con una práctica duplicación de sus votos, pero es el candidato que mejor supo situarse en la centralidad.

Para el Partido Popular, perder casi la mitad de sus escaños es más humillación que derrota. Y no es porque España haya dejado de ser de centro-derecha o no aprecie la defensa de la unidad de España que hace Pablo Casado. Es que se alejó del centro y se puso a competir -ahora se ve que inútilmente- por ser más de derechas que Vox. Algo parecido le ocurrió a Ciudadanos, que puede ser tercera fuerza y satisfacerse con eso, pero pudo haber sido la alternativa. Pedro Sánchez, que alguna vez sintió la tentación de podemizarse, supo mantener el equilibrio y resistir los ataques del tipo «prefiere las manos manchadas de sangre».

¿Puede cambiar el diagnóstico antes del 28 de abril? Claro que puede: mientras el porcentaje de indecisos suponga la cuarta parte del electorado, todo cambio es posible. Pero el barómetro contiene cuatro lecciones para los que salen de perdedores: prometan algo que ilusione a este país, no busquen solo destruir a Sánchez, escuchen a quienes les critican y aprendan de aquel a quien quieren derribar.