Martiño Noriega reabre el debate

OPINIÓN

Óscar Vazquez

08 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El gran debate que precisa Santiago, que le permitiría refundarse como ciudad moderna, solucionar sus problemas estructurales, y frenar el crecimiento invertebrado del entorno capitalino, es la reforma de la planta municipal de la conurbación compostelana, que, dividida hoy en tres municipios -Santiago, Ames y Teo- gestiona su crecimiento y sus servicios con mentalidad localista y aldeana. Y no tiene ningún sentido que una presunta resistencia ciudadana, muy desinformada y pasional, impida debatir y resolver lo que antes o después -cuando quizá sea tarde- se convertirá en demanda social inaplazable.

La propuesta de Noriega, que, por alejarse de las monsergas de la comarcalización, y de las pomposas áreas metropolitanas -en realidad metroaldeanas- que rayan en el ridículo, podría ser muy eficaz al apostar por una solución tan simple y directa como la fusión de municipios. Y también podría evitar la proliferación de nuevos órganos de Administración local que sólo sirven para confundir al ciudadano, generar laberintos administrativos y tirar dinero al brasero.

Que la propuesta de Noriega sea incómoda para la campaña electoral, o requiera profundos estudios y labrados consensos, no significa que pueda ser despachada con la frivolidad propia de quienes, sin atreverse a nombrar tan acuciante problema, defienden el carísimo e ineficiente statu quo del poder local, como si incómodo fuese sinónimo de equivocado, o como si el temor a despertar la inquietud de los ciudadanos fuese una justificación para seguir gobernando a medio gas.

Para la Xunta, que ya perdió varios años tanteando fusiones irrelevantes -como las de Oza-Cesuras y Cerdedo-Cotobade-, el debate reabierto por Noriega debería ser una oportunidad para cambiar de estrategia, y, en vez de seguir haciendo ensayos que nada arreglan ni sobre nada ilustran, ponerse a trabajar en la reordenación de las dispersas ciudades atlánticas que, convertidas en complejas conurbaciones plurimunicipales, y aquejadas por el caos de sus servicios e infraestructuras, deberían apuntar hacia soluciones similares a la que propone el alcalde de Santiago para las áreas de Ferrol-Narón-Fene; Coruña-Arteixo-Culleredo; Pontevedra-Poio-Marín; y Vigo-Redondela-Nigrán.

Con esta acción se generarían ciudades potentes y bien ordenadas que, además de entrar como corresponde en los mapas urbanos de España, y de evitar los efectos fatales de la fragmentación y la dispersión administrativa, podrían servir de paradigma e incentivo para la gran operación de reestructuración de toda la planta municipal de Galicia, en la que la Xunta ya fracasó estrepitosamente con la comarcalización de Fraga, con la abortada área metropolitana de Vigo, y con el plan de minúsculas fusiones de Feijoo. Noriega pudo ser, con su iniciativa, algo inoportuno, optimista y precipitado. Pero ha sido muy valiente, y tiene razón, en todo lo demás. Por eso creo que este asunto no debería salir de la agenda política hasta que quedase convenientemente resuelto.