Los otros rivales de la causa feminista

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

08 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La posición de las mujeres en las democracias avanzadas (no, trágicamente, en el resto del planeta) ha mejorado de un modo impresionante. ¡Es muy distinto reivindicar el derecho a votar que el reparto equitativo de los Óscar! Pese a tal evidencia somos mayoría quienes creemos que, incluso allí donde las mujeres han logrado una notable igualdad y un gran respeto a los derechos vinculados a su género, queda todavía mucho camino por andar para poner fin a brechas de desigualdad o a inadmisibles formas de maltrato que hunden sus raíces en prejuicios que el transcurso del tiempo acabó convirtiendo en una mentalidad social -¡las mujeres son inferiores a los hombres!- por fortuna cada vez más minoritaria.

Aunque tal mentalidad sigue frenando el progreso de los derechos de la mujer, otros dos rivales han venido a unírsele, tras la aparición de la más moderna manifestación del feminismo, esa que considera que la perspectiva de genero resulta, para las mujeres, prioritaria sobre todas las demás: las de clase, hábitat, profesión o ideología.

El primer nuevo rival es la instrumentación partidista de la causa feminista, que algunos defienden no con el objetivo de alcanzar el más amplio consenso transversal sino justamente para todo lo contrario: utilizar las reivindicaciones feministas como munición electoral con que atacar al adversario, al que se proclama enemigo de los derechos de la mujer y de los avances necesarios para lograr, por decirlo con nuestra Constitución, que su libertad e igualdad sean reales y efectivas.

Basta observar lo que está sucediendo hoy en España para comprobarlo con toda claridad. El PSOE tacha de antifeministas reaccionarios al PP y a Ciudadanos, y los mete con Vox en un paquete, con las mismas aviesas intenciones con que, no hace tanto, la extrema izquierda y el feminismo radical acusaban al PSOE de promover avances de la mujer solamente cosméticos.

Tal instrumentación política, en lugar de sumar resta efectivos y simpatías a la causa feminista y ha generado en su contra otro perverso y peligrosísimo rival: la creciente afirmación en ese campo de una corrección política que pretende -y consigue en muchos casos- que las reivindicaciones feministas, sean estas las que sean, queden al margen del debate racional típico de las sociedades democráticas. Pero cuando el manifiesto Hacia la huelga feminista 2019. Argumentario, elaborado por la Comisión Feminista convocante de las movilizaciones de este 8 de marzo, relaciona el feminismo con la soberanía alimentaria, el rechazo a comprar en grandes superficies, el boicoteo a los productos de usar y tirar o la oposición a las transacciones bancarias, entre otras varias exigencias como mínimo abiertamente discutibles, se hace obvio que la pretensión de que cualquier reclamación feminista, por el mero hecho de serlo, quede fuera del sano debate democrático resulta sencillamente inaceptable.