El feminismo no puede ser partidista

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Carlos Castro

07 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La huelga feminista convocada para mañana en toda España es un éxito rotundo antes de que llegue a celebrarse, y con independencia de las cifras de asistencia a las manifestaciones. Gracias a esa convocatoria, políticos y medios de comunicación llevan -llevamos- días poniendo el foco en los problemas que sufren las mujeres por el hecho de serlo, en el análisis de las causas de una innegable discriminación y en la violencia machista. También en colegios y en los propios hogares se aborda estos días ese debate. Algo fundamental, porque la educación de niños y jóvenes en la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres es básica para poder erradicar esa lacra.

Aunque resulta innegable que la situación de las mujeres en España, y en general en el mundo, es la mejor que ha existido en la historia de la humanidad, queda mucho para acabar totalmente con la discriminación y los comportamientos machistas. Esa tarea no corresponde solo a los políticos, ni solo a las mujeres, sino a toda la sociedad. Por ello es primordial que la reivindicación feminista se centre exclusivamente en los problemas que afectan a la mujer y huya del partidismo y la toma de posición en cuestiones que afectan por igual a hombres y mujeres, y que no tienen por qué ser compartidas por todos los ciudadanos. La discriminación la sufren mujeres de izquierda, de derecha y de centro. Hay feministas de centro, de izquierda y de derecha. Y machistas y maltratadores de todas las ideologías.

Por ello, el manifiesto de la Comisión Feminista que convoca la huelga y las protestas no ayuda precisamente a la unidad, y hace que apoyar la causa feminista, y hasta el paro convocado, no implique respaldar ese texto en su integridad y tampoco unas manifestaciones en las que se mezclan justas denuncias y reivindicaciones en favor de las mujeres con planteamientos políticos partidistas que, incluso pudiendo ser acertados en algunos casos, nada tienen que ver con la causa del feminismo.

Carece de sentido, por ejemplo, convocar una huelga feminista porque «estamos contra la ley de extranjería», para que se «proteja» a las mujeres «del libre mercado», que se llame a «evitar y boicotear el consumo en grandes superficies» o que se diga que las mujeres que secunden esta manifestación son «las que trajeron la Segunda República», las que apoyan la «laicidad» y hasta «la soberanía alimentaria». O que se llame a manifestarse para construir una economía que vaya en contra del sistema «capitalista», como se afirma en el manifiesto de la Comisión Feminista que convoca las marchas. Y tampoco ayuda precisamente a la unidad que se anime a las mujeres a protestar el 8M «frente a una derecha y extrema derecha que nos ha situado a mujeres y migrantes como objetivo prioritario de su ofensiva ultraliberal, racista y patriarcal».

Mezclar la justa denuncia de la discriminación de la mujer con reivindicaciones partidistas y electoralistas es mal negocio para el feminismo, porque alienta la división y debilita la necesaria unidad para acabar con el machismo y la desigualdad.