La suerte está echada

Abel Veiga LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

15 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre lo estuvo desde que a finales de mayo de 2018 la moción de censura derribó, cuando nadie se lo esperaba, a Mariano Rajoy. Días antes había aprobado sus presupuestos. Viento en las velas. Una sentencia y una reacción oportuna pero no menos oportunista dieron al traste con todo. Sánchez llegó a la Moncloa casi por sorpresa, pero legítimamente. Es mentira el mantra repetido una y otra vez por Casado de que es un presidente ilegítimo. Tampoco es un okupa. Veremos cómo llegan otros y de qué mano y socios, y si todos estarán dispuestos a salir en la foto y no ser cínicos.

Pero nunca un gobierno tan débil parlamentariamente y tan hipotecado puede tener duración. Y no la tiene porque España es el país de la antipolítica, de la discusión cainita, del debate mediocre, de la polarización extrema y un maniqueísmo desbordante. Es falso el consenso, por otra parte exageradamente sobrevalorado el de 1978. Solo en ese momento fue posible, pero también se abonaron muchos problemas que hoy tenemos de aquella simiente. Entre ellas la corrupción que sufrimos, toleramos y permitimos por una sociedad hipócrita.

La izquierda y el independentismo hicieron caer a Rajoy, amén de la puntilla de un narcisista Rivera que bascula en demasía y se apresta en demasía a decir que jamás pactará con Pedro Sánchez. Es cuestión de egos. Todo se verá. Pero la batalla empieza. Los cálculos políticos primarán, no el interés general de España. De este pasan absolutamente todos los partidos y sus ejecutivas ávidas de poder, de poltrona y de fotos. El resto es historia, alguna rescatada, otra olvidada afortunadamente. No hay pueblo más desmemoriado que el español, también desagradecido. No lo olvidemos, pero amnesia y olvido van, como digo, de la mano.

Nadie quiere estas elecciones, pero todos van a ese callejón sin que nadie reciba a portagaiola. Y todo puede pasar. Incluso que no le llegue para gobernar a una derecha trifásica y tricotómica. Veremos quién moviliza y cómo. Porque esta vez no habrá envites y se lo juegan todos a una carta.

El egoísmo de los partidos hará que no sean capaces de ir a un superdomingo. A gastar más dinero, que el erario no es de nadie, y menos si no hay presupuestos, aunque algunos gastos están comprometidos, como pensiones, jubilaciones, funcionarios y salarios mínimos. Pero estas elecciones, si no coinciden el 26 de mayo, será un ida y seguido a dos vueltas.

Todo puede pasar. Nadie ahora mismo avizora ni se persona como presidente, pero visto todo cualquiera puede llegar a serlo, con o sin estudios, es lo que menos importa. ¿Y el independentismo, qué? A estas alturas a nadie importa ya. Saben que lo tenían más fácil con Sánchez que con lo que venga. Todavía se preguntan cómo los negociadores han sido tan torpes y mediocres. Vicepresidenta incluida. Aunque ya es agua pasada. La suerte está echada y lo malo es que nos va a todos en ello. A votar y a llenar las urnas, no vaya a ser que no sea un resultado legítimo. Que de perdedores está todo lleno. También los cínicos. Y aquí, aunque no se haya gestionado nunca un céntimo público, nada importa para ser presidente. Se imaginan al siguiente sentado con ese independentismo que hoy rechazan, pues sucederá.